13 oct 2013

El físico

Eran las once y media de la noche y en la Facultad de Ciencias sólo quedaba una luz encendida. Pablo apuraba sus últimos meses de tesis doctoral y se le hacían cortos los días junto a su compañero de laboratorio: un póster en blanco y negro en el que Albert Einstein echaba la lengua al fotógrafo.
—Claro Alberto –dijo el físico–, tu amigo Pablo es un genio. ¿Pero qué dices? ¿Quieres que te cuente otra vez mi brillante idea? Pero si ya me dijiste que no lo entendías. Ji, ji, ji. Einstein, no sabes una puta mierda de mecánica cuántica, ¿a que no? –echó la lengua, imitando al hombre del póster–. Vergüenza me daría, ¿me oyes? ¡Vergüenza!
Una música se escuchó de fondo. Era difícil adivinar de dónde procedía.
—Sí, Alberto. Es sábado y la gente se divierte. Pero no todo el mundo termina follando, ¿eh? ¿O qué pensabas? Las tías no se suelen fijar mucho en el Cociente Intelecutal para seleccionar varón. Una pena con mi ciento treinta y cinco, ¿no te parece?
Ya hacía rato que dos enormes lamparones de sudor impregnaban los sobacos de la camiseta de Pablo. Llevaba once las horas allí metido, sin contar las pausas para comer, mear, y cagar.
Tecleó algo con extrema velocidad y se levantó.
—Y yo no soy el típico friki, Albertito. ¿O no te acuerdas de las borracheras que me pillaba? Claro que ahora estamos a dos meses de la presentación y... –se meneó bruscamente intentando dar obviedad a su razonamiento–. No pretenderás que me vaya por ahí de jarana. Aunque si por mí fuera... el dios malvado inventó las resacas para que tíos como yo soltásemos la botella de vez en cuando. Ji, ji, ji. ¡Cómo que exagero! ¡Menudo era yo!
Deambuló despacito alrededor de la mesa del laboratorio. Se sentó de nuevo y se mantuvo concentrado sin apenas pestañear, como si hubiera dado con una mágica clave.
—Bueno, bueno, bueno –se tiró un pedo–. Esto ya va estando. Bien, bien, bien. Ji, ji, ji. Grabamos y listo. Otra jornada productiva, ¿a que sí? Pulsamos el botón y... guardando. Otra buena jornada, sin duda. Tu amigo Pablo es un verdadero genio, no me lo niegues.
Miró con desesperación la pantalla. ¡Esto tarda una eternidad!, parecía indicar su gesto.
Se frotó el pelo como queriendo arrancárselo. Hacía rato que se había despeinado pero según él, así le brotaban mejor las ideas.
—Lo malo es esto. ¡La espera! Dime Alberto, ¿en qué puedo ocupar estos valiosos segundos? ¿Cómo dices? ¿Que quieres que me masturbe otra vez? –se agitó los testículos con cierta violencia–. ¡No, no y no! Eso sería hasta obsceno. ¿Y si hay cámaras? Bueno si hay cámaras habrían visto lo de antes –en efecto, ya se había masturbado a media tarde–. ¡Pero no! Me he prometido a mí mismo que una al día y no más. ¡Y yo soy hombre de palabra!
Volvió a levantarse, esta vez caminando a marchas forzadas. Su impaciencia era evidente.
Se acercó a cerrar la ventana pero antes se asomó, observando la negrura que reinaba en el campus.
—¿No te gustaría saber cómo es eso? Tampoco te pierdes gran cosa. A decir verdad, estarías rodeado de una considerable cantidad de hijos de puta que te harían la vida imposible. No están preparados para gente como nosotros. No, señor. Tú y yo somos de otra pasta. No se merecen que nos mezclemos con ellos –se acercó al póster y susurró al oído de Einstein–: aquí estamos como dios, hazme caso.
Luego volvió a la ventana y cerró haciendo un ruido espantoso que nadie oiría. Dio unas cuantas vueltas delante de la pantalla.
—Claro que en algún momento tendré que salir de la cueva –se volvió con brusquedad, mirando ahora fijamente el proceso de guardado–. Pero ya hemos madurado, Alberto. Incluso ellos lo habrán hecho. Puede que ya no sea objeto de sus burlas o si no tendré que cambiar de compañías, ¿no te parece? Pues a mí sí, lo siento. Y no soy tan antisocial como te crees. Es sólo que la física me absorbe demasiadas horas. Pero si no... si no podría tener amigos, ¡y hasta una novia! Ji, ji, ji. ¡Sí, una novia guapa y simpática! ¿Por qué no?
Finalizó por fin el guardado. Pudo sentarse para terminar su jornada.
—Listo por hoy. Inicio, apagar. Muy bien. Muy muy bien. Otra jornada triunfal. Experimento exitoso a la vista. Acojonante, ¿verdad? Lo sé. ¿Mañana a qué hora nos vemos? ¿Las nueve te parece bien? A mí también. Pero no te enfades si me quedo dormido. Hoy puede que me ponga una peli y me masturbe otra vez. Puede incluso que llame a una prostituta. Ji, ji, ji. ¡Que no, tonto! Que soy un hombre de principios. Bueno, pórtate bien, ¿eh? Que no me entere yo de que has sido malo. Ji, ji, ji.
Y salió del laboratorio dando saltitos. El mayor genio de la facultad se disponía a dormir. Bueno, no sin antes satisfacer sus necesidades. Puede que incluso dejase de ser un hombre de principios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario