Ahí estaba. Dorsal
número 969. La primera maratón en las piernas de Harry "el borracho"
Veleta y llegando al sprint en el último kilómetro contra Ahmed Bakhouya,
dorsal 1, bronce olímpico, subcampeón del mundo y vencedor en la misma prueba
el pasado año.
Pero ahí estaba
Harry. A sus treinta y pocos tacos había empezado a correr como quien dice
antes de ayer. Talento sobrenatural. Fiestero también de otro planeta: hacía
honor a su apodo. Normal que nunca ganase nada.
—¡Vamos chaval!
—le gritaba desde las vallas la gente apelotonada. Ni dios conocía su nombre
pero ¿quién no quería que ganase un desconocido?
Era una enorme
recta y se veía la meta allá al fondo. Después de dos horas y poco no sabía si
estaba vivo o muerto. Estaba escarallado,
eso seguro. Había superado el muro con alambre de espino y todo y,
sorprendentemente, la mayoría de favoritos, manada de negros etíopes y keniatas
incluida, se había quedado en el camino. Pero no Ahmed. No el marroquí morito
de mierda que parecía estar paseándose por las calles de la capital. Parecía
disfrutar acelerando un poco el ritmo, matando lentamente al borracho.
—Puto moro —no
paraba de repetirse Harry.
Pero le aguantaba
el ritmo. Habían bajado de tres minutos el kilómetro los últimos diez pero
ahora debían de estar en dos treinta o dos veinticinco. Era un puto sprint.
El tío de la
megafonía se desgañitaba: emoción inesperada en una prueba en la que el ganador
solía llegar en solitario. El público se contagiaba y gritaba ¡vamos! ¡vamos! A
Harry se le desencajaban las piernas. Podría jurar que ni aun estando recién
desayunado sería capaz de esprintar así.
Pero el moro
seguía y seguía. Era un martillo pilón.
Trescientos metros
para la llegada. El corazón, a doscientos diez. Se ve la cinta en la meta
sujetada por dos preciosidades: dos azafatas de la marca de refrescos que
patrocina la prueba. Es posible la victoria. La gente grita y aplaude y levanta
los puños. Puede ser un paseo triunfal. El mejor día de su vida. Aguanta.
Cien metros. Hay montones
de carteles a los lados de la marca de refrescos. También muchas azafatas que
ríen y aplauden. Están todas buenísimas. Se imagina que follárselas a todas
sería el justo premio para el vencedor. Quizá tardara horas en levantársele
pero después ¡pobres de ellas!
Cincuenta metros.
Los corredores se echan a un lado. Harry siente las tetas de las azafatas
botando a escasos centímetros. Quién le diera poder pararse y masajear un rato,
ganar la carrera y luego volver a ellas.
Le sobran fuerzas.
La adrenalina ha escondido el cansancio y se encuentra nuevo. Corre como un
jamaicano y siente que está medio metro por delante. Las azafatas y sus tetas
están ahí. Es la gloria que se merece.
Veinticinco
metros. Son sólo una docena de pasos. Al tío de la megafonía no se le entiende
nada. Casi puede coger la cinta con las manos. De pronto unas piernas salen por
su derecha. Siente la tentación de sacar el codo a pasear e impedir el progreso
de Ahmed. Pero eso no es posible. El morito de mierda se saca fuerzas de
nosedonde y le adelanta. Su zancada es de dinosaurio. En diez metros le saca
tres y alcanza la meta a cinco cuerpos de distancia. La cinta se rompe y está
en el suelo, hecha dos pedazos, cuando Harry "el borracho" Veleta
cruza la línea.
Todo ha terminado.
Segundo. El primero de los perdedores. Harry se tira al suelo y vomita. El
morito le da una palmadita en la espalda y levanta luego los brazos. Se pasea
reentrando al circuito y chocando las manos de las azafatas, que no dejan de
aplaudir.
Harry se
reincorpora. Se sujeta las rodillas y apenas puede levantar la cabeza. Ahmed
viene a darle un abrazo. Luego unos tipos con traje le felicitan.
—Gran carrera.
Gran carrera —le dicen.
—Que os den por el
culo —piensa Harry.
Da unos cuantos
pasos para que no se le duerman las piernas y después sólo tiene que esperar.
Unos cuantos corredores más llegan a meta y comienza la entrega de premios.
Saluda desde el cajón número dos del podio cuando mencionan su nombre y recibe
un ramo de flores. Luego aplaude obligadamente cuando Ahmed Bakhouya es
coronado con dos ramos y, sobre todo, mientras dos azafatas espectaculares le
besan la mejilla para hacerse la foto. Suena el we are the champions. No existe un momento peor.
Finaliza todo. La
gente se disipa. Es hora de ducharse y estirar.
Las azafatas
recogen el chiringuito. Posiblemente se follarían a Ahmed. El morito se lo ha
ganado. El bueno de Harry no podría ni olerlas. Necesitaba un whisky. Eso
funcionaría. Sin duda. Se merecía un buen trago Harry "el borracho".
Hola!
ResponderEliminarAntes que nada, te felicito por tu blog. Acabo de leerme los tres últimos relatos y los tres me han dejado con una sonrisa. Tanto el Harry de este relato como el feliz hombre normal del anterior son gente que están ahí, en nuestro día a día, aunque puedan pasar desapercibidos. La reputa también, pero esa llama más la atención.
Lo que quiero decir es que me gusta tu forma de tratar lo cotidiano, con un estilo muy directo y efectivo.
Seguiré leyendo y comentando y, de paso, te añado a la lista de blogs recomendados en el mío.
Un saludo!