20 oct 2014

El político que me gustaría

Después de varias abstenciones me pregunto cómo sería el político al que votaría. Me refiero al político, al paisano, y no al partido político que inevitablemente terminaría cubierto de mierda en cuanto creciese tanto que su propia estructura se comería lo que un día fueron sus ideales.
Bien. El político, el político... el político es una persona, y como tal quiero que se comporte. Quiero que se le vea el alma cada vez que sale por la tele y que el traje que viste sea sólo una forma de vestir y no una fachada tras la que esconde su verdadero yo.
Mi político ideal no podría trabajar más de ocho o nueve horas al día. ¿De qué me vale que un presidente diga que trabaja doce o trece horas por su pueblo? ¿Acaso yo sería capaz de rendir todo ese tiempo? No. Por lo tanto, él tampoco, y si excepcionalmente hay una cumbre o algo importante que le obligue a currar más tiempo al terminar debería dar una rueda de prensa en la que dijera: estoy hasta los cojones de trabajar hoy y quiero irme a dormir, y librase el día siguiente. Faltaría más.
Mi político ideal despediría a la mayoría de sus asesores. No los necesitaría. Como mucho tendría una o dos secretarias cachondas que le motivasen y le llevaran la agenda. Para todo lo demás él manda y él decide. Quiero un político que sea un puto jefazo.
No pretendo que sepa de todo, pero que lo reconozca. Que diga: señores, de esto no tengo ni puta idea, ya me dirán qué hay que hacer mis ministros, mis consejeros o Rita la cantaora. Y nada de peña que le diga cómo vestir o cómo comportarse. Si un día no le apetece ir de traje, que salga en vaqueros. Si bosteza en el parlamento, que lo haga. Si se le escapa un eructo, que se le escape. Si le susurra un me cago en dios a su compañero de escaño, que se lo susurre. ¿Qué más da?, decidme, ¿qué más da?
Sólo quiero que sea él mismo. Que tenga mala cara si ha discutido con su mujer. Que se pille la baja cuando tiene un catarro. Que esté jodido cuando se equipo perdió el día anterior. Que se emborrache los sábados y se oculte los domingos para esconder su resaca. Que se tire a todas las tías que pueda si está soltero. Que baile, que cante, que ría, que llore, ¡que sea una puta persona como tú y como yo! Primero va la persona y luego el político. Si uno actúa fiel a sus convicciones tiene alguna posibilidad de llegar a los demás, y si para ello debe descubrir que es un borracho vicioso del sexo, que lo haga. Que demuestre que le gusta la pasta y vivir cojonudamente, que haga también eso.
Sinceridad. Sinceridad. Sinceridad. Es lo único que pido. Quiero ver ahí a un tío en el que me pueda ver reflejado. ¿Qué cojones me importa después si es más liberal o más social-demócrata? Quiero ahí a una persona, ¡UNA PERSONA!, con todas sus virtudes y todas sus mierdas. Sólo entonces volvería a creer en la política. Mientras, toca abstenerse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario