8 may 2016

Jesucristo en el puticlub (parte 3 de 3)

Un perro callejero que pasaba por allí meó en la cara de Jesucristo. Éste abrió un ojo y el chucho se escapó asustado.
Era de día y todo lo que veía Jesucristo eran dos paredes de ladrillo y un montón de basura. En contenedores, en el suelo y encima de una montaña de más basura.
Él se sintió una mierda más cuando notó el terrible pinchazo en el estómago.
—A esto le deben de llamar resaca —pensó.
Trató de levantarse. Primero se atusó el pelo. Trató de hacerse una coleta y, al pasar la mano por la cara notó una hinchazón a la altura del ojo.
—El puto negro —pensó.
No muy consciente de su estado, consiguió incorporarse y empezar a caminar. Ni con los judíos había sufrido tanto Jesucristo, pero por fin llegó hasta el final del callejón y miró atrás. Atrás quedaban la basura, las paredes de ladrillo y aquel cartel rosa que decía CLUB.
Luego continuó su camino mirando al frente. Los coches iban de un lado a otro. Algunas personas hacían footing. Otros sacaban a cagar a sus perros. Otros chismorreaban desde la ventana. Antes de retomar el paso, Jesucristo respiró hondo y dijo en voz alta:
—Bienvenido al mundo que papá ha creado.

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