21 abr 2012

Anotaciones de un joven contemporáneo

Las puertas del infierno se me abren en vida. Entro y busco fuego y clavos ardiendo que acribillen mis vísceras. Busco la tortura eterna. Satanás lee el veredicto y yo digo que sí a todo. Es cierto, mi señor, es cierto cada uno de tus enunciados.
El Anticristo escoge para mí la peor de las condenas. Decide devolverme al mundo de los vivos y obligarme a vivir una larga vida.
Y aquí estoy.
Cuervos sanguinarios escupen sobre mi alma engangrenada. No soy más que carroña del tiempo y del espacio y el manjar de los buitres.
Desnudo y expuesto me hallo a la espera del verdugo que ya está aquí y que soy yo mismo. Yo me acuso y me castigo y me condeno por todo y por nada a la vez. Soy una mota de la nada en el vacío y soy el vacío de este mundo de la nada.
Respiro errante a la espera del aire envenenado. Grito y no pido nada porque mi voz no es clara. Nadie me entiende: ni siquiera yo. No lloro porque no tengo lágrimas. No siento porque mi alma se ha calcinado. No escucho porque mi corazón no late.
Sólo he de aguardar mi momento y un ángel negro me llevará al infierno del que desearía no haber salido nunca.

1 comentario:

  1. Los nombres por más espantosos que sean cobijan más que un hueco flotando a través de la galaxia...

    Con el tatuaje sobre la frente más de una vez habrán deseado los caínes esa puerta que descansa en los matorrales humanos, la que devuelve a los errantes a su maldición. A su nombre.

    No sentir puede llegar a ser un instante de esperanza (por un instante).

    Saludos.

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