12 ene 2013

El alumno

Era una aburrida tarde-noche de viernes en la sala de profesores, y las dos únicas mujeres que daban clase en el centro de formación para adultos cumplían horas no lectivas…
—Mira sus notas. Ha mejorado una barbaridad.
—Sí, conmigo igual.
—Pero muchísimo, ¿eh? Mira que al principio parecía un chaval como apocado o venido a menos.
—Sí, pero se le veían trazas.
—Es cierto, tú decías que era más espabilado de lo que parecía.
—Es que se le veía que controlaba. Como que se guardaba algo.
—Sí. De hecho solía responder bien cuando se le preguntaba en alto.
Dieron dos caladas a sus cigarrillos. Ambas seguían corrigiendo exámenes.
—Es que mira… un diez. No hay por donde ponerle un defecto.
—A mí me falló una pregunta, pero ¿sabes lo que pienso?
—¿Qué?
—Que lo hace a propósito.
—¿A propósito?
—Sí, para no dejar quedar mal a sus compañeros.
—Puede ser.
Otra calada.
—Además siempre viene bien vestido.
—Sí, un par de chicas le miran. Es muy descarado.
—Y él parece pasar.
—Y eso las vuelve aún más locas.
—Como nos volvería a nosotras con su edad.
—Amén.
Una pausa.
—Lo que más me gusta es que parece que sabe estar, no sé si me entiendes… parece un tipo muy maduro para su edad.
—Sí. No sé si es que la vida le ha tratado mal o simplemente es así.
—No lo sé. Pero con unos años menos, créeme, le iba a echar el lazo.
—Anda y yo.
—Aunque bien pensado, parece mayor para su edad. Es decir, con todo ese rollo de tío maduro y bien vestido aparenta más de lo que tiene.
—Sí, no le debemos de quitar tanto…
—Yo le echo veinticinco o veintiséis.
—Yo un poco más. Veintisiete-veintiocho.
—¿Tú crees? ¿O es lo que quieres creer?
Se rieron.
—Para qué engañarnos… es lo que quiero creer.
—Así no te sentirías mal si…
—¿Si que?
—Bueno, al final del curso suele haber una cena y siempre nos invitan.
—¡Descarada!
—Y yo lo mismo, mujer, y yo lo mismo.
—¿Y nuestros maridos?
—¿Qué sabrán ellos?
—Es cierto.
Una de ellas acabó su trabajo y estiró su espalda. Acto seguido se levantó.
—Aún te queda un rato, ¿no?
—Poquito.
—¿Nos ponemos una copa?
—Venga.
Sacó una botella y dos hielos de una neverita-congelador para las ocasiones especiales. De una lacena quitó dos vasos y sirvió.
—¿Brindamos?
—¿Por los alumnos guapos?
—¡Por los alumnos guapos!
Bebieron.
—¡Qué coño! ¡Por los polvos imposibles!
—¡Por los POLVAZOS imposibles!
Bebieron.
—¡Por que dios quiera que algún día…!
—¡Amén!
Bebieron.
—¡Y porque llegue el lunes de una maldita vez!
—¡Eso, que llegue el lunes!
Bebieron nuevamente, fumaron y rieron.

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