13 ene 2016

Las gafas guays

Sí que eran guays aquellas gafas de sol. Y Toni las tenía. Una vez cargada la batería, te las ponías, le dabas al botón de ON y a disfrutar. Se veía en blanco y negro (se decía que el siguiente modelo sería en color), pero tenían la capacidad de mirar a través de la ropa, es decir, de ver los cuerpos desnudos que se escondían debajo de camisetas, pantalones, calzoncillos, sujetadores, bragas y tanguitas.
Las autoridades, por supuesto, las habían prohibido, con multas de muchos miles de euros y hasta cárcel para quien las usara o las comercializara, pero una remesa de ellas se coló en internet y Toni, después de soltar una buena pasta, se hizo con unas y desde entonces es otro. Sonriente, feliz. Empalmado todo el día. El pajillero de Toni.
Desde su ventana del primero, Toni se podía tirar horas viendo la gente pasar. ¿Quién iba a sospechar nada de un tío con unas gafas de sol que, al fin y al cabo, deberían no existir y a las que se había procurado dar nula publicidad?
Las mujeres pasaban por debajo de él y allí arriba estaba Toni, clavando sus gafas en aquellos cuerpos ignorantes de que estaban siendo desnudados, con aquellas tetas y aquellos culos al aire, escudriñados hasta el último detalle por el insospechado mirón del primero, que se masajeaba sus partes viendo aquellas cosas portentosas a través de la ropa, sintiendo que por fin la humanidad había inventado algo para él.
Pasó el tiempo y nadie se acordaba ya de que alguna vez habían existido las gafas guays, así que Toni perdió el miedo y se atrevió a bajarlas a la calle. Desde entonces entrar en el súper, tomar algo en un bar, ir a una manifestación o tumbarse sobre una toalla en la playa era mucho más divertido; era todo un espectáculo gratuito, cuando dos buenos pechos se mantenían inmóviles tras el wonder-bra o una entrepierna estaba prácticamente depilada o se movía ligeramente para dejarle ver el agujerito de la felicidad.
Toni no podía tener mejor vida.
Sólo se llevó una vez un chasco, y no fue cosa de que la policía sospechase de él. Estaba en una terraza y reparó en que una chica de muy buen ver y a la que ya le había escaneado convenientemente las tetas, no le quitaba ojo y cuchicheaba algo entre risas con una amiga de su mesa. Hacían eso. Le miraban y se reían. Le miraban y se reían. Toni no lo comprendía hasta que se dio cuenta de que ¡la chica tenía también las gafas guays! Nunca hasta entonces había visto Toni a nadie con ellas, y de pronto esa chica las tenía y le miraba. ¡Y se reía! Toni se sintió indefenso y avergonzado y no sabía dónde meterse. A cualquier otro tío incluso le hubiera gustado saberse literalmente desnudado con la mirada, pero cuando se tiene un micropene que apenas sobresale tres centímetros de la bolsa escrotal, lo mejor es hacer como Toni y acabarse rápido la consumición, levantarse, pagar y soportar el bochorno como buenamente se puede hasta escapar del campo de visión.

1 comentario:

  1. ¡Jajajaja! Qué maestro el Toni, ja, ja. Excelente, Alex, cómo me hiciste reír.
    Saludos.

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