9 jul 2012

El saco de boxeo

Le llamaban el saco de boxeo porque recibía muy bien los golpes de la vida.
Primero fue el jefe quien se dio cuenta: le echaba broncas y él aguantaba el chaparrón estoicamente. Luego en casa: su familia lo tachaba de inútil y él agachaba las orejas y se iba a su habitación. Luego fueron su pareja y sus amigos: le dejaban puyitas, le ponían a prueba, le acusaban de todos los males del universo.
Pronto asumió su papel de saco de boxeo y se sentía colgado del cielo de una especie de soga al cuello. El mundo entero se encargaba de castigarle el hígado, los riñones, el abdomen y el jeto.
Hasta que un día se hartó y se puso los guantes. Ya era hora de empezar a dar alguna hostia. Quizá por el camino se golpease a sí mismo pero de un derechazo más de uno se quedaría cao. Al fin y al cabo no todo el mundo estaba entrenado, como él, para recibir hostias.

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