26 jul 2012

Un sueño

Ya son bastantes días sin escribir nada. No creáis que estuve de vacaciones o algo parecido. Fue simplemente un cúmulo de circunstancias, entre las cuales figuraba, por supuesto, mi inherente facilidad para dejarme vencer por la pereza aun cuando se trate de teclear estupideces mientras escucho Iron Maiden; o lo que es lo mismo, cuando se trate de hacer una de las pocas cosas chachis piruli que existen en la vida.
Al ajo. Ayer estaba con novia y amigos en la playa. Sí, la playa, ese entretenimiento gratuito –gratuito de momento, tiempo al tiempo–, vendido como una especie de pseudo-símbolo de la libertad y máximo disfrute de una época estival llena de pieles morenas, vergüenzas al aire y felicidad facilona. A mí la playa no me causaría más que quemaduras en mi espalda lechosa y aburrimiento si no fuera por la compañía. Por la playa en sí no puedo escupir adjetivos más profundos que bonita o caliente o quizá natural.
Pues allí estaba yo, bajo la sombra de dos sombrillas, ocultándome malamente del poder ultravioleta de Ra, con mi protección del factor 50 emponzoñando mis chichas de arriba abajo, recién comido, buscando el Santo Grial de una postura cómoda que te permita dormir, cuando de pronto lo consigo: me duermo.
Y yo que soy de siestas ligeras y más en tan adversas circunstancias, voy y tengo un sueño. Estoy en la calle en una ciudad completamente orwelliana: seres alineados, pantallas gigantes y vigilancia constante. De pronto aparece la información económica en las pantallas. Yo y otros tantos como yo leemos la noticia: la prima de riesgo alcanza un valor de un millón de puntos básicos. El bono español a diez años se paga a un interés del diez mil coma uno por ciento. Entonces salen las declaraciones transcritas de un ministro afirmando que una prima de un millón de puntos básicos no es sostenible en el tiempo y se requieren nuevas medidas para atajar el maltrato con el que los mercados acosan a nuestra patria.
Sigo caminando. En un descuido meto la mano en el bolsillo y sacudo unas monedas que llevaba sueltas. Tarda sólo unos segundos en aparecer tras una esquina un hombre de traje negro y gafas de sol; bastante parecido a los malos de Matrix. Es fácil adivinar que se trata de un agente de la Troika.
—¿Qué llevas ahí? –me dice.
—Nada.
—¿Ah no? Hemos escuchado el sonido de unas monedas.
Se me acerca y me cachea. No tarda en meter la mano en mi bolsillo y sacar todo lo que llevaba: un euro y pico.
—¿Y esto? –me dice, agitando violentamente el puño cerrado con las monedas dentro.
—Sólo quería un refrigerio, se lo prometo.
—Un refrigerio, ¿eh?
Veo que apunta algo en una libretita. Me iba a caer una buena multa: serían no menos de tres días sin asignación de víveres.
—¿Es que acaso no has visto las pantallas? –continúa el agente sin dejar de escribir– ¿No te das cuenta del mal que estás haciendo malgastando tu dinero? ¿No sabes que cada céntimo es necesario para ayudar a tu país? ¿No sabes que hemos de pagar nuestras deudas si no queremos que las cosas nos vayan mal? Quizá esto te lo recuerde.
Me da una copia del papel y desaparece. Efectivamente, son tres días sin asignación de víveres.
No tengo mejor cosa que hacer y regreso a casa. De pronto se escucha una música mientras varias gaviotas revolotean sobre mi cabeza. Miro una de las pantallas: es sin duda un mensaje del gran líder. Debo prestarle atención si no quiero más problemas con la Troika. Allí aparece él: barba y pelo entrados en canas, gafas de tío inteligente y un par de autopistas que pronto serían calva a causa, según el propio líder, del estrés que le causa la búsqueda del bien para sus buenas gentes.
Por fin habla. Menciona la prima de riesgo, el injusto castigo de los mercados, y anuncia que pronto habrá nuevas medidas por el bien de todos. Termina diciendo que los ciudadanos deben hacer un esfuerzo, si cabe, mayor para labrarnos un futuro mejor, pero que valdrá la pena. De fondo se sigue escuchando la música y una tenue voz femenina susurrando: que se jodan, que se jodan, que se jodan… Vuelve a sonar la musiquita y las gaviotas vuelan enloquecidas.
Ahí me despierto. Tardé un poco en reubicarme, en adivinar lugar y hora, pero enseguida reconocí la arena y la compañía. Eso sí, milagrosamente se había ido el sol y había nubes grises y se escuchaban truenos de fondo. El tiempo había cambiado radicalmente. Me gustaba más así de apocalíptico. No sé, parecía que en cualquier momento el cielo se fuera a abrir y de entre las nubes surgiera la imagen del gran líder para darnos un mensaje. Con musiquita y todo. Desde luego, gaviotas ya había e iban tomando la playa a medida que la gente se largaba y dejaba restos de comida.

1 comentario:

  1. Hola Alex, así de jodida está ya la cosa. Hasta soñamos con primas de riesgo, recortes y líderes orwelianos y Muy carismáticos, jajaja.
    Muy divertido e inquietante, todo a un tiempo.

    Saludos.

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