5 jul 2012

El tercer ladrón

Me resulta divertido. Verlo ahí, atado a la silla, sangrando por la nariz y la boca, el ojo morado, llorando, balbuceando perdón y clemencia. Claro que no se le entiende un carajo. Por las pintas, yo diría que es rumano, o moldavo, o de por ahí, ¿qué más da?
No había percibido nada. Ni cuando saltaron el muro de tres metros. Ni cuando durmieron a Zeus después de un par de ladridos. Ni cuando atravesaron el jardín a hurtadillas. Ni cuando entraron en casa sin ni siquiera forzar la puerta: estaba abierta. Ni cuando durmieron a Lourdes igual que a Zeus. Ni cuando pusieron media casa patas arriba hasta que encontraron la caja fuerte. Claro que no sabían la contraseña y esa fue su perdición. Si se hubieran conformado con las joyas y el efectivo que había en un cajón se largarían y ahora estarían sanos. Pero no, querían también la caja fuerte y despertaron a Lourdes. Imaginaos la escena: ella, durmiendo en sujetador y bragas, despertada a bofetones por dos tipos que meten miedo sólo de verlos…
Y va y a mí me entran las ganas de mear. Salgo del cuartucho de la bodega donde estudio cada noche y recorro el pasillito de veinte metros hasta la casa. Podía haber meado en el campo pero también quería beber. Antes aún de entrar lo escucho todo. Los muebles arrastrándose, los golpes, los gritos de Lourdes, las voces ininteligibles de aquellos dos hijos de puta. Me escondo como si fuera un tercer ladrón y me acerco a la habitación. Dicen que esos tipos del este tienen formación militar pero yo también la tengo. Y muy mala hostia.
Fue todo muy rápido. Miro con cuidado dentro de la habitación y observo que le están quitando las bragas a Lourdes mientras ella patalea y grita. Uno de ellos le pega un bofetón y es al primero que engancho por detrás. Un giro de cuello y cae al suelo. Creo que está muerto. El otro intenta coger la pistola que había dejado en la almohada pero no le da tiempo. Una patada en la espalda y se golpea la cabeza contra la pared. Pierde el equilibrio pero está consciente. Se levanta y coge el arma. Lourdes grita. Otra patada antes de que apunte y la pistola sale volando hacia la ventana. Lourdes grita más. Ahora es un cuerpo a cuerpo; muy fácil para mí porque sigue atontado tras el golpe. Le retuerzo un brazo hasta rompérselo. Se rinde. Le digo a Lourdes que mire si el otro vive. Le toca el cuello. No, no vive. Sujeto al que me queda por el brazo roto y me lo traigo aquí otra vez, al cuartucho de la bodega. Lo ato a una silla mientras Lourdes llama a la policía.
Ella está aquí también, llorando y con una bata puesta. Dice que le habían metido mano, que el que estaba fiambre hablaba español y que no la creía cuando le había dicho que no se sabía la contraseña (quizá fuera verdad, Lourdes es bastante despistada). Iban a violarla en venganza.
Ahora Lourdes me pide que no haga locuras, que si no puedo ir a la cárcel y arruinar mi vida. Pero no sé… en parte me alegra que la policía tarde tanto en acudir adonde se le necesita.  Así puedo divertirme un rato y tomarme la justicia por mi mano.
Le doy unos buenos puñetazos. Que sufra y que sangre.
Quizá no espere a la poli. Podría decir que maté a uno en defensa propia y que éste logró zafarse de los nudos e intentaba matarme él a mí.
De momento me he tomado un respiro. Acabo de mirar al tipo y le he puesto cara de loco. Luego le dije, aunque sospecho que apenas me entiende, que me ponía un poco que me mirase mientras escribía en el ordenador con el que estudiaba lo que acababa de suceder.

3 comentarios:

  1. Dale una de mi parte, por favor. Dale una de mi parte.

    ResponderEliminar
  2. Adhiero al comentario anterior! O mejor, esperame que ya te ayudo! Estos temas sacan lo peor de mí... Y muchas veces escribo sobre el tema para exorcizar la rabia...

    ResponderEliminar
  3. A ver si nos calmamos un poquito, que la policía ya está de camino y a punto de llegar. Muy bueno Alex.

    ResponderEliminar