Cada noche
se sentaba en un parque y veía la vida pasar.
La gente
llegaba del trabajo y corría a sus casas a refugiarse. Caminaban como máquinas
hacia su destino escondido al otro lado del portal. Mañana sería otro día
igual.
Muchos otros
paseaban a sus perros. Alguno de esos animales se acercaba a olerle y le movía
el rabo, sin tomarse demasiadas confianzas porque el dueño vigilaba con recelo
a escasos metros. También para los perros mañana sería otro día igual.
¿Dónde está
dios?, se preguntaba. ¿Es esto todo lo que ha creado? ¿Esto es lo que ha
dispuesto para nosotros?
Al tratar de
responderse sólo lograba ponerse nervioso. Fumaba y se mordía las uñas pero no
se le deshacía el nudo del estómago. Notaba cómo los edificios se le venían
encima y cómo el cielo se encogía hasta aplastarle. Era asfixiante.
Dejó que
unas lágrimas mojasen el trozo de banco entre sus piernas abiertas. Permaneció
largas horas sin encontrar una respuesta. También para él mañana sería otro día
exactamente igual.
Alguien le va a ayudar. Ese día será distinto para los dos y los hará mejores a ambos. Y no será Dios quien lo haga Alex.
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