13 mar 2016

No sé ni dónde ni cuándo

Recibí el primer whatsapp un sábado por la noche: «no sé ni dónde ni cuándo, pero tú y yo vamos a acabar follando». Era de un número desconocido y yo me limité a preguntar quién era y a sugerir que se había confundido, pero no. En los siguientes mensajes me habló de mí, dejando muy claro que me conocía: qué estudiaba, dónde vivía, etcétera.
Obviamente traté de averiguar pero no hubo manera. Mis amigos me juraron que no había sido una broma suya y que no conocían el número, animándome a investigar un poco más para, ¿por qué no?, llevar a efecto el contenido del mensaje, que según ellos «buena falta me hacía».
En eso no se equivocaban, la verdad. Llevaba una buena temporada de sequía y yo creía en eso de que los hombres podían terminar por volverse locos si no la metían de vez en cuando.
Entonces llegó otro mensaje, también un sábado por la noche: «no sé ni dónde ni cuándo... pero me puedo imaginar el cómo». Me tuve que masturbar antes de meterme en cama y, al día siguiente, llamé al número desconocido. Nadie respondió ni ese día ni los siguientes, ni tampoco a los mensajes en los que yo insistía en saber quién coño me escribía esas cosas.
Por aquel entonces yo andaba detrás de una tía. Solía quedar con ella. Ya sabéis: un café, una cerveza, un helado, un paseo, jiji-jaja y te acompaño de vuelta a casa. Nada más. A ella no se le veía interés en llevar lo nuestro más allá y se limitaba a repetirme:
—Nunca había conocido a nadie como tú. Me encanta pasar el tiempo contigo.
Y a mí frases así me volvían paranoico, haciéndome creer que la tenía en el punto exacto, donde yo quería, así que no tardé en confesarle que por mí iríamos más allá, a lo que ella me contestó que «no estaba en esa época de su vida». No comprendí qué carajo significaba eso con exactitud, pero sí tenía claro que de meterla en ella, aunque fuera la puntita, nanai de la china.
Con todo el rollo de los mensajes terminé con un gran lío en la cabeza y el resultado fue que me alejé de esta chica un poco, consciente además de que de nada me serviría avanzar en una amistad que yo no quería y ella sí. Nuestras citas se hicieron más esporádicas y adopté una actitud más distante que ella pareció comprender, pues nunca me dijo nada al respecto.
Meses después la chica se había echado novio y yo me eché novia también; mi novia actual, pero el sábado pasado mi móvil vibró en su mesilla y yo lo cogí y leí el whatsapp que me acababan de enviar. Era esta chica: «la de los mensajes era yo desde mi otro número. La vida es corta y el tiempo; oro». Y yo, antes de tirarme mentalmente de los pelos y volverme otra vez paranoico, sólo pude asentir y decirme a mí mismo que tenía toda la razón. La de polvos que me habré perdido...

1 comentario:

  1. Tenés una habilidad envidiable para compenetrarnos con los sentimientos de tus personajes, Alex.: imposible no sentirse un poco mal por todo lo que le pasa al pibe.
    Un relato sorpresivo, con un final que jamás me vi llegar, y que me gustó mucho. ¡Felicitaciones!
    Saludos.

    ResponderEliminar