15 ago 2012

La visita del director

Bajó el señor director la ventanilla del copiloto del todo terreno.
—Aquí es, señor –dijo el jefe de obra, que estaba al volante–. Son ellos.
—Lo suponía –respondió el director.
Atrás había quedado una carreterita llena de baches y de tierra hecha barro con la poca lluvia que había caído, unos buenos improperios nada más acceder al poblado y, aún más atrás, decenas de llamadas desagradables intentando buscar una solución que parecía cada vez más lejana.
Ante los ojos del director, varios niños jugaban y bailaban y chapoteaban en el barro, alguna de las madres bailaba, pero las más tendían la ropa sobre unos cables de teléfono que iban de caseta a caseta o reñían a los pequeños por trastes; y los hombres más viejos observaban desde unos taburetes cómo los menos viejos se entregaban a tocar la guitarra y hasta alguno se arrancaba a cantar y dar palmas.
—¿Seguimos? –dijo el jefe– Al fin y al cabo poco tiempo les queda aquí.
—Aguarde un momento.
Cierto era que pronto la expropiación forzosa sacaría a los gitanos de allí para construir la nueva circunvalación, pero quería llevarse el director el recuerdo de una felicidad que ni su traje italiano, ni sus exageradas comisiones, ni su chalé en la playa ni su futuro solucionado lograrían hacer presente en su vida.

1 comentario:

  1. ¿Cuánto tiempo se aguantará esa revelación en la mente del director? ¿Supondrá un cambio en sus valores?

    Tengo la sensación de que muy poco, y por tanto, no.

    Saludos Alex

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