El otro día vi de
lejos cómo se le caía a un chico una carta de la mochila. Me acerqué, la recogí
y fui tras él, pero había doblado la esquina y me fue imposible localizarlo. El
sobre no llevaba remite así que me la quedé. Para variar no tenía nada que
hacer y me senté en un banco a leerla:
«Soy
yo. La pesada. La estúpida. La que siempre te escribe estas cartas de mierda
que no sé si lees con pasión, con indiferencia, con cara de asco o si las usas
para limpiarte después de cagar. Has llegado a decir que te acoso pero soy
inmune a ti.
Puede
que a estas alturas no tenga nada nuevo que decirte. ¿Qué no te habré contado
ya? ¿De qué no te habré llorado? Pero ¿sabes? Me la trae floja. Escribo para mí
misma. Es tarde para hacerlo para ti. Fue tarde desde el primer día.
Así
que escribiré y escribiré y tú tendrás noticias mías hasta que te mueras.
¿Acaso ves posible que algún día me olvide de ti? Lo sabes de sobra y lo
siento. Seré un enorme lastre en tu vida pero para mí no existe otra forma de
sobrevivir más que aferrarme a una lejana esperanza de... de no sé muy bien
qué. Quizá ni yo lo sepa. Pero necesito poseerte aunque sea en mi imaginación.
Necesito que el destino tenga algo bueno para mí aunque sea en mis sueños.
Te
vi el otro día. Estabas con ella. No parecías a estar a disgusto pero tampoco
te encontré feliz. ¿Nunca te has planteado que existen alternativas? No caeré
en la obviedad de decirte que te mereces algo mejor. ¿Quién sabe qué es mejor y
peor? Pero imagínate de viejecito con esa persona. Imagina un año tras otro
consumiéndote y acompañando de una mujer que sólo te llena si admites que te
estás engañando. Te daré un consejo: mírate en el espejo durante cinco minutos
al día y luego pregúntate si eres feliz. Si me respondes que sí, quizá admita
que he perdido definitivamente la batalla.
Yo
sigo como siempre. Unas veces arriba, otras abajo. Como todo el mundo, supongo.
De vez en cuando me deprimo y deseo morirme. Ni siquiera la idea de estar a tu
lado me consuela, pero es lo que hay. Me pregunto qué coño pintamos ciertas
personas en este mundo y cada vez estoy más convencida de que soy una
gilipollas. Sobre todo cuando releo estas cartas antes de enviártelas. Soy
despreciable por hacerlo; por escupirle a mi tiempo en esta vida
desperdiciándolo de tal manera. Pero sé que mañana, o pasado, o la semana que
viene, o el mes que viene, volveré a necesitarlo. Volveré a necesitarte. Y lo
siento, soy débil y volveré a caer.
En
tus manos está ayudarme. Lo siento. De verdad. Lo siento mucho. No puedo más.»
Respiré hondo. No
había nada más en aquel folio. No he vuelto a ver a ese chico ni me interesa.
Desde entonces tengo
novia. Es esa chica que escribió la carta. Me conquistó desde las primeras
líneas. Yo también le escribo y dejo los sobres con mi dirección por toda la
ciudad. Estoy seguro de que algún día encontrará uno y me responderá. Estoy
seguro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario