19 nov 2013

La carta

El otro día vi de lejos cómo se le caía a un chico una carta de la mochila. Me acerqué, la recogí y fui tras él, pero había doblado la esquina y me fue imposible localizarlo. El sobre no llevaba remite así que me la quedé. Para variar no tenía nada que hacer y me senté en un banco a leerla:

«Soy yo. La pesada. La estúpida. La que siempre te escribe estas cartas de mierda que no sé si lees con pasión, con indiferencia, con cara de asco o si las usas para limpiarte después de cagar. Has llegado a decir que te acoso pero soy inmune a ti.
Puede que a estas alturas no tenga nada nuevo que decirte. ¿Qué no te habré contado ya? ¿De qué no te habré llorado? Pero ¿sabes? Me la trae floja. Escribo para mí misma. Es tarde para hacerlo para ti. Fue tarde desde el primer día.
Así que escribiré y escribiré y tú tendrás noticias mías hasta que te mueras. ¿Acaso ves posible que algún día me olvide de ti? Lo sabes de sobra y lo siento. Seré un enorme lastre en tu vida pero para mí no existe otra forma de sobrevivir más que aferrarme a una lejana esperanza de... de no sé muy bien qué. Quizá ni yo lo sepa. Pero necesito poseerte aunque sea en mi imaginación. Necesito que el destino tenga algo bueno para mí aunque sea en mis sueños.
Te vi el otro día. Estabas con ella. No parecías a estar a disgusto pero tampoco te encontré feliz. ¿Nunca te has planteado que existen alternativas? No caeré en la obviedad de decirte que te mereces algo mejor. ¿Quién sabe qué es mejor y peor? Pero imagínate de viejecito con esa persona. Imagina un año tras otro consumiéndote y acompañando de una mujer que sólo te llena si admites que te estás engañando. Te daré un consejo: mírate en el espejo durante cinco minutos al día y luego pregúntate si eres feliz. Si me respondes que sí, quizá admita que he perdido definitivamente la batalla.
Yo sigo como siempre. Unas veces arriba, otras abajo. Como todo el mundo, supongo. De vez en cuando me deprimo y deseo morirme. Ni siquiera la idea de estar a tu lado me consuela, pero es lo que hay. Me pregunto qué coño pintamos ciertas personas en este mundo y cada vez estoy más convencida de que soy una gilipollas. Sobre todo cuando releo estas cartas antes de enviártelas. Soy despreciable por hacerlo; por escupirle a mi tiempo en esta vida desperdiciándolo de tal manera. Pero sé que mañana, o pasado, o la semana que viene, o el mes que viene, volveré a necesitarlo. Volveré a necesitarte. Y lo siento, soy débil y volveré a caer.
En tus manos está ayudarme. Lo siento. De verdad. Lo siento mucho. No puedo más.»

Respiré hondo. No había nada más en aquel folio. No he vuelto a ver a ese chico ni me interesa.
Desde entonces tengo novia. Es esa chica que escribió la carta. Me conquistó desde las primeras líneas. Yo también le escribo y dejo los sobres con mi dirección por toda la ciudad. Estoy seguro de que algún día encontrará uno y me responderá. Estoy seguro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario