Echaron
un polvo conejero. Llevaban mes y medio sin hacerlo y, claro, por mucho que él
trató de prolongar el asunto, con una clásica carretilla resolvió cuando ella
aún no estaba segura de que habían comenzado de verdad.
¿Pero
me vas a hacer el amor o me vas a follar?, le había preguntado ella al meterse
en la cama. Con una sonrisa pícara él había respondido: te la voy a meter con
amor.
Pero
no estaba todo perdido. Ella le perdonaría con un post-coito abrazaditos y
mirándose enamorados hasta quedarse dormidos. Él deseaba darse media vuelta y
perderla de vista, pero intentó complacerla aún con su poderoso instinto en
contra. Escuchó con atención sus palabras, asintió con la cabeza, aportó varios
comentarios, rio sus gracias... pero a los diez minutos juró que había sido un
día muy duro y NECESITABA descansar.
La
mujer se mostró comprensiva y las luces se apagaron. Para cuando se escucharon
los primeros ronquidos, ella apretaba la almohada. La tela escondía unas
tijeras con las que pronto cortaría el problema de raíz.
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