14 dic 2013

La propuesta

Estaba harto de aquellas noches de verano. Metidos en la casa del Caimán, la vida se nos pasaba dándole a la cerveza y deglutiendo palomitas, patatas fritas y pizzas a domicilio; fumando tabaco, bostezando y aportando fútiles comentarios a los programas todavía más fútiles que ponían en la televisión.
Hasta que exploté y solté mi perla.
En el grupito éramos dos parejitas, otras dos tías solteras y otros tres solteros machos. La verdad sea dicha, casi todas las tías estaban buenas, y yo llevaba sin meterla desde el solsticio. La masturbación llegó un punto en que no me satisfacía y la casa del Caimán pocas alternativas me ofrecía más que ganarme unas cuantas imágenes mentales que guardarme para cuando regresara a casa y me encerrase en el baño, a propósito de los magreos de las parejitas o de los escotes y las minifaldas del resto de titis.
Así que allí estábamos, dándole que te pego a las pizzas y a las palomitas, soltando insignificancias por nuestras bocas llenas, esperando a que llegase la hora de retirarse cada uno a su catre y finiquitar otro perfecto día de mierda.
La cerveza se había terminado y también los temas de conversación. De la tele salían anuncios y cuando nos dimos cuenta, llevábamos sin pronunciar palabra como dos o tres minutos.
—Tíos, decid algo —comentó el Caimán.
Todos menos yo se refirieron al extraño momento de silencio. El Caimán se dio cuenta de que yo no había dicho nada:
—Tío, tú también di algo.
—No tengo nada que decir.
—Entonces propón algo.
—¿Proponer algo?
—¡Sí! A ti siempre se te ocurre alguna estupidez o algún juego idiota en momentos así.
Era cierto. Es lo que tiene ser imaginativo.
—¡Sí! ¡Propón algo!
Los demás apoyaban la moción. Las tías que retozaban con sus novios y las demás con sus preciosas minifaldas y sus preciosos escotes me miraban y reían, esperando el ingenio del genio. Entonces solté la genialidad:
—Propongo una cosa. Y va en serio: ¿por qué no follamos todos? Aquí y ahora. Todos. Nos despelotamos y follamos en los sofás, en la mesa, contra las paredes, ¿qué os parece?
Alguno se rio creyendo que bromeaba pero yo hablaba muy en serio. Hacía tiempo que no hablaba tan en serio:
—Más o menos nos hemos visto en pelotas los unos a los otros, o por lo menos en bikini o bañador. Además vivimos en el siglo veintiuno. Pensad en las risas que nos echaremos dentro de unos años cuando lo recordemos: eh, ¿os acordáis del día en que follamos todos? Fue cojonudo ¿verdad? Una gran bacanal. Sí, señor.
Estaban desconcertados. Había quienes seguían creyendo que hablaba de coña, pero el Caimán, que era uno de los que poseía titi para él solito, captó mejor que nadie que no era así:
—Tío, se te va la olla. Estarás de coña, ¿no?
—¿Por qué iba a estarlo? ¿Hay confianza, no? ¿Desde cuándo nos conocemos? ¿Hace quince años, dieciséis? Y no me digáis que jamás lo habéis pensado.
Negaron con la cabeza. ¡Qué hijos de puta!
—A ver. Se trata sólo de un pequeño homenaje. Respetándonos y todo eso. Nos desnudamos y vamos rotando de pareja, ¿qué problema hay? Yo creo que incluso reforzaría nuestra amistad.
—Tío —dijo el Caimán—. Se te va la pinza.
Escuché alguna risa más y algún que otro comentario al oído.
—Vale  —dije—. Me habéis dicho que proponga algo y yo lo he hecho. Entiendo que vais a decir que no.
—¿Tú qué crees? —dijo alguien, una chica.
—Entonces sólo diré una cosa: que os den por el puto culo.
Cogí y me levanté. Mientras recogía las llaves y la cartera de la mesa escuché que me decían:
—Que te den a ti por culo.
—Sí, mejor lárgate.
—Menudo enfermo.
—Se te ha ido mucho la olla, tío.
—Ya hay que estar desesperado.
—Que se haga una paja en casita si quiere.
—Jamás lo hubiera imaginado de él.
Y alguna perla más.
Salí de casa del Caimán. En el portal descubrí que hacía una noche cojonuda y me encendí un cigarro. Luego escribí unos cuantos mensajes de móvil. Abrí la cartera. Tenía dinero y pocas ganas de regresar a casa, así que eché a andar hacia el centro de la ciudad.
Durante un tiempo no quise saber nada de aquel grupito de mierda. Creo que hasta el equinoccio no volvimos a hablarnos, y cuando lo hicimos, noté que me miraban de otra manera, más distantes.
Pero yo me río por dentro. Me gusta imaginar que en el fondo a alguna de las titis le hubiera gustado. A veces es cojonudo no tener nada que perder. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario