—No todo en
la vida es sexo —me dijo.
—Por
supuesto.
—También
está el amor. La familia. La amistad. El trabajo.
—Oh, sí,
todo eso está muy bien.
—Ya ni
siquiera intentas que me lo crea.
—Lo siento.
De verdad. Lo siento.
Hacía tiempo
que Olalla me conocía. Demasiado tiempo como para intentar engañarla. No había mujer
en el mundo mejor que Olalla.
—Escucha —le
dije—. ¿Por qué no te olvidas de todo eso
y nos vamos a dar un paseo?
—¿Un paseo?
—Un largo
paseo por la playa. Hace una tarde preciosa y creo que nos merecemos disfrutar
de un poco de luz.
—Lo dices
porque ahora no tienes ganas de follar.
—Acabamos de
hacerlo.
—Por eso. Te
importan una mierda el paseo, la playa y la luz del sol. Lo único que te
importa es que ahora no tienes ganas de follar y necesitas hacer algo hasta que
recargues. Eres sólo un egoísta.
—Vamos, Oli,
vamos. ¿Cuántas veces me dijiste que te apetecía ese largo paseo?
—Igual que
te dije que quería un hombre que me amase. Y una estabilidad. Y formar una familia.
Le cogí la
mano y la llevé hasta el abrigo nuevo que colgaba del perchero.
—Nunca te lo
he visto puesto —le dije—. Te quedará genial mientras caminas sobre la arena.
Bajamos. El
sol me golpeó los ojos. Llevaba encerrado treinta y seis o cuarenta y ocho
horas. Aún así valía la pena acercarse a la playa.
—¿Lo ves?
—dije—. Sabía que no se estaba nada mal.
—¿Y qué
piensas hacer?
—Será un
largo paseo. Luego ya veremos.
—Me refiero
a si pretendes seguir enclaustrado bebiendo y comiendo y follando y escribiendo
hasta que se nos agote la pasta.
—No es tan
sencillo, Oli.
—Para ti lo
es. Hipotecas tu vida jurando que ese libro nos va a sacar de la ruina, sin
pensar que no estás solo.
—Por suerte
no. Te tengo a ti.
—Sí, pero a
costa de arruinar mi vida, ¿es que no te das cuenta? ¿Por qué no buscas un
trabajo corriente?
—Ya hemos
hablado de eso, Oli. El trabajo corriente es para gente corriente.
—Habló el
genio que sólo piensa en follar y escribir. Follar y escribir. Es lo único que
sabes hacer y de lo segundo empiezo a dudar bastante.
Me estaba
poniendo bastante caliente. Una mujer enfurecida puede resultar atractiva hasta
límites que ni ella misma sospecha.
—Oli,
dejemos el asunto y disfrutemos el uno del otro. Que sea un agradable paseo.
—No podemos
hacer como si nada.
—Tampoco
podemos hacer como si todo. ¿Sabes
qué? —las olas del mar rompían continua y tranquilamente. Algunos perros se
metían en el océano a buscar una pelotita para tirársela a sus amos, que
aplaudían y les daban caricias—. Me estoy poniendo un poco.
—Ya estamos.
SIEMPRE es lo mismo.
—Te lo
aseguro, Oli, creo que llegaré a casa y no podré aguantarme.
—Pues estas
piernas estarán cerradas mientras no entre el dinero.
—Creo que te
desnudaré en el ascensor y nos arriesgaremos a que el vecino te vea en bragas
por la mirilla.
—Estás
enfermo. Búscate un trabajo.
—Hace tiempo
que no lo hacemos en el recibidor, ¿te acuerdas?
—Creo que no
me escuchas. Definitivamente nunca me escuchas.
—Debió de
ser la tercera o cuarta vez cuando lo hicimos allí. Te empotré contra el espejo
y follamos de pie durante tres o cuatro minutos. Tú gritabas y estabas mojada,
muy mojada.
—Yo no me
merezco esto. Yo me merezco OTRA COSA.
—Nos
corrimos al mismo tiempo. Era la primera vez que nos sucedía.
—¿Te crees
que no puedo conseguir a otro? ¿A otro mejor que tú?
—Me encanta
la cara que pones cuando estás a punto de correrte. Creo que me da más gusto
ver esa cara que correrme yo mismo.
—El mundo
está lleno de hombres que darían su vida por mí.
—Se me pone
dura sólo de pensarlo. Me va a reventar el pantalón.
—Hombres
dispuestos a no ser egoístas y a luchar por una mujer.
—Hoy lo
repetiremos. Te follaré contra el espejo y quizá nos corramos a la vez.
—Hombres que
creen en el amor. Hombres buenos y generosos y no ratas egoístas.
—Aunque
tendrás que ser rápida porque creo que yo lo seré.
—Cállate.
Tengo ganas de llorar.
No seguí.
Podría tirarme así otro kilómetro de arena.
—Está bien
—dije—. Disfrutemos de este largo paseo.
Dejé que
soltase unas cuantas lágrimas. Solía sucederle pero el aire del océano le
vendría bien. Muy bien.
Apreté más
fuerte la mano de Olalla y no dejamos de caminar. La vida me sonreía. No podía
existir una mujer mejor que ella.
Me ha molado. Genial conversación en la que cada uno va a su rollo. Ella pensando con el corazón y él con la polla y lo siento mucho si alguna mujer lee esto, pero creo que, en esta ocasión la polla ha resultado ser más inteligente.
ResponderEliminarUn saludo!