8 abr 2014

Un largo paseo por la playa

—No todo en la vida es sexo —me dijo.
—Por supuesto.
—También está el amor. La familia. La amistad. El trabajo.
—Oh, sí, todo eso está muy bien.
—Ya ni siquiera intentas que me lo crea.
—Lo siento. De verdad. Lo siento.
Hacía tiempo que Olalla me conocía. Demasiado tiempo como para intentar engañarla. No había mujer en el mundo mejor que Olalla.
—Escucha —le dije—. ¿Por qué no te olvidas de todo eso y nos vamos a dar un paseo?
—¿Un paseo?
—Un largo paseo por la playa. Hace una tarde preciosa y creo que nos merecemos disfrutar de un poco de luz.
—Lo dices porque ahora no tienes ganas de follar.
—Acabamos de hacerlo.
—Por eso. Te importan una mierda el paseo, la playa y la luz del sol. Lo único que te importa es que ahora no tienes ganas de follar y necesitas hacer algo hasta que recargues. Eres sólo un egoísta.
—Vamos, Oli, vamos. ¿Cuántas veces me dijiste que te apetecía ese largo paseo?
—Igual que te dije que quería un hombre que me amase. Y una estabilidad. Y formar una familia.
Le cogí la mano y la llevé hasta el abrigo nuevo que colgaba del perchero.
—Nunca te lo he visto puesto —le dije—. Te quedará genial mientras caminas sobre la arena.
Bajamos. El sol me golpeó los ojos. Llevaba encerrado treinta y seis o cuarenta y ocho horas. Aún así valía la pena acercarse a la playa.
—¿Lo ves? —dije—. Sabía que no se estaba nada mal.
—¿Y qué piensas hacer?
—Será un largo paseo. Luego ya veremos.
—Me refiero a si pretendes seguir enclaustrado bebiendo y comiendo y follando y escribiendo hasta que se nos agote la pasta.
—No es tan sencillo, Oli.
—Para ti lo es. Hipotecas tu vida jurando que ese libro nos va a sacar de la ruina, sin pensar que no estás solo.
—Por suerte no. Te tengo a ti.
—Sí, pero a costa de arruinar mi vida, ¿es que no te das cuenta? ¿Por qué no buscas un trabajo corriente?
—Ya hemos hablado de eso, Oli. El trabajo corriente es para gente corriente.
—Habló el genio que sólo piensa en follar y escribir. Follar y escribir. Es lo único que sabes hacer y de lo segundo empiezo a dudar bastante.
Me estaba poniendo bastante caliente. Una mujer enfurecida puede resultar atractiva hasta límites que ni ella misma sospecha.
—Oli, dejemos el asunto y disfrutemos el uno del otro. Que sea un agradable paseo.
—No podemos hacer como si nada.
—Tampoco podemos hacer como si todo. ¿Sabes qué? —las olas del mar rompían continua y tranquilamente. Algunos perros se metían en el océano a buscar una pelotita para tirársela a sus amos, que aplaudían y les daban caricias—. Me estoy poniendo un poco.
—Ya estamos. SIEMPRE es lo mismo.
—Te lo aseguro, Oli, creo que llegaré a casa y no podré aguantarme.
—Pues estas piernas estarán cerradas mientras no entre el dinero.
—Creo que te desnudaré en el ascensor y nos arriesgaremos a que el vecino te vea en bragas por la mirilla.
—Estás enfermo. Búscate un trabajo.
—Hace tiempo que no lo hacemos en el recibidor, ¿te acuerdas?
—Creo que no me escuchas. Definitivamente nunca me escuchas.
—Debió de ser la tercera o cuarta vez cuando lo hicimos allí. Te empotré contra el espejo y follamos de pie durante tres o cuatro minutos. Tú gritabas y estabas mojada, muy mojada.
—Yo no me merezco esto. Yo me merezco OTRA COSA.
—Nos corrimos al mismo tiempo. Era la primera vez que nos sucedía.
—¿Te crees que no puedo conseguir a otro? ¿A otro mejor que tú?
—Me encanta la cara que pones cuando estás a punto de correrte. Creo que me da más gusto ver esa cara que correrme yo mismo.
—El mundo está lleno de hombres que darían su vida por mí.
—Se me pone dura sólo de pensarlo. Me va a reventar el pantalón.
—Hombres dispuestos a no ser egoístas y a luchar por una mujer.
—Hoy lo repetiremos. Te follaré contra el espejo y quizá nos corramos a la vez.
—Hombres que creen en el amor. Hombres buenos y generosos y no ratas egoístas.
—Aunque tendrás que ser rápida porque creo que yo lo seré.
—Cállate. Tengo ganas de llorar.
No seguí. Podría tirarme así otro kilómetro de arena.
—Está bien —dije—. Disfrutemos de este largo paseo.
Dejé que soltase unas cuantas lágrimas. Solía sucederle pero el aire del océano le vendría bien. Muy bien.
Apreté más fuerte la mano de Olalla y no dejamos de caminar. La vida me sonreía. No podía existir una mujer mejor que ella.

1 comentario:

  1. Me ha molado. Genial conversación en la que cada uno va a su rollo. Ella pensando con el corazón y él con la polla y lo siento mucho si alguna mujer lee esto, pero creo que, en esta ocasión la polla ha resultado ser más inteligente.

    Un saludo!

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