7 jul 2014

En el lecho de muerte

Remedios no tiene remedio para la irremediable muerte de Paco. Su Paco, el primer y único hombre en su vida, yace en la cama de matrimonio que todavía conserva los muelles de cuando estrenaron la casa hace ya más de unas bodas de oro.
Sujeta con fuerza la mano del hombre que apenas puede abrir los ojos y balbucear dos palabras inteligibles. Otros familiares aguardan fuera del dormitorio y el cura se ha marchado tras darle confesión y la extremaunción. Remedios llora desconsolada pero, en mitad del llanto, percibe un deje de preocupación en el rostro de Paco, un extraño comportamiento en mitad de su formidable frialdad y templanza durante el proceso de morir.
Angustiada le pregunta: «¿qué te pasa?, ¿quieres algo?, ¿te traigo algo de la cocina?, ¿te duele algo?, ¿llamo al médico o al cura? Ay Paco, ¡dime algo!»
Pero Paco niega con la cabeza y, cuando encuentra el silencio de su compañera, traga saliva varias veces y hace ver que quiere hablar. Remedios se acerca a él y él todavía le invita con un dedo a que se acerque más:
—Ssssss... só... sólo... sólo una cosa —logra decir Paco.
Remedios asiente con la cabeza y pega su oído aún más a la esforzada boca de su marido. Hay un silencio inacabable y poco después, con meridiana claridad, por fin se escuchan las últimas palabras de Paco antes de fallecer:
—Me voy y nunca me la has chupado.

1 comentario:

  1. Jaaa jajaja...!!! La cara de Remedios debe de ser un poema, aunque el que verdaderamente me da lástima es el pobre Paco. Dejar este mundo sin saber lo que es una mamada no es cosa buena. Claro que deberíamos saber si alguna vez él se lo pidió a Remedios y es que ese es el problema de mucha gente; son muchos los que no dicen lo que quieren y por eso nunca lo consiguen.

    Un abrazo!

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