27 jul 2014

Los sueños del mendigo

—Joder, ¡qué rico!
Queco hablaba solo mientras finiquitaba unas tiras de presa ibérica.
Al principio le habían echado de las inmediaciones del restaurante. Una cuestión lógica de mala imagen. Pero luego el encargado, ante la insistencia del mendigo, le comentó que sería buena idea que aparcase su Citröen C15 en el descampado de la puerta de atrás, prometiéndole que le darían las sobras de algún menú siempre que el propietario o los de Sanidad no anduviesen rondando por allí.
—Buenísimo —insistió Queco, rechupeteándose los mugrientos dedos.
Odiaba su propia suciedad y se duchaba en el albergue siempre que tenía sitio, pero los días en la calle eran muy largos y era inevitable terminar con unos milímetros de mierda encima.
Encendió la radio. Su vieja furgoneta apenas sintonizaba sin interferencias la Ser y Radio Nacional. Daban el parte de las tres. Queco abrió el cartón de Don Simón y pegó un buen sorbo. No era alcohólico pero el vino le daba esperanza. Esperanza de no sabía muy bien qué, pero esperanza.
Hablaba Artur Mas:
—Los catalanes tienen derecho a decidir su propio futuro. Son los españoles quienes tienen miedo a la democracia.
—Es posible —dijo Queco. Y Mas:
—Somos un pueblo abierto al diálogo pero es el pueblo español, o mejor dicho, el gobierno del pueblo español, quien no quiere saber nada del diálogo que nosotros le proponemos.
Le respondía Rajoy:
—Nosotros estamos dispuestos a dialogar sobre cualquier cosa. Cualquier cosa que cumpla la legalidad claro. La democracia no es votar cualquier cosa en cualquier sitio en cualquier momento.
—Tendrá razón —dijo Queco. Siguió Rajoy:
—La independencia de Cataluña es mala para los españoles pero muy mala para los catalanes y eso es algo que algunos no quieren entender. Pero que no se preocupen los catalanes que mientras yo sea presidente este gobierno no les dejará solos.
Bebió más vino Queco. Glu, glu. Rajoy cambió de asunto:
—Los datos del paro hablan de una evidente recuperación. Esperamos que este año se pueda crear empleo neto el último semestre.
—Ojalá, ojalá —otro glu, glu de Queco.
Le tocaba a Draghi. El BCE se acababa de reunir:
—Hemos decidido mantener los tipos en el cero veinticinco por ciento porque no se observan de momento claros síntomas de un riesgo de inflación que aconsejen políticas menos expansionistas.
—No te entendí nada, amigo.
Queco se rio. Turno para los deportes:
—Hoy el Real Madrid se ha entrenado con normalidad en Valdebebas a la espera de una nueva jornada de liga que arranca mañana. Cristiano Ronaldo ha hablado tras el entrenamiento para asegurar que...
Queco apagó el aparato. Debía reservar vino para la noche y a lo lejos le pareció ver unas luces de la policía. No le llevarían detenido pero no quería identificarse ni dar explicaciones. Era mejor ahuecar y buscar un buen lugar para dormir la siesta.
Puso el contacto y observó que el depósito de gasolina estaba en la reserva. Estaba así desde el día anterior y probablemente no le alcanzaría ni para llegar a una gasolinera. Además se miró en el bolsillo y no tenía más que tres o cuatro euros. Tocaba bajarse y caminar hasta el parque. Hacía una buena tarde y seguro que algún viandante le dejaba caer una moneda. Muy mal se le tenía que dar para no poder echar al día siguiente un cuarto de depósito.
Bostezó, porque los mendigos también sienten pereza, se bajó, cerró con llave y tiró los restos de la comida en la papelera más cercana.
—Hasta luego —dijo después, mirando hacia la C15.
Hasta la noche no vería de nuevo a su vieja furgoneta, cuando entraría en ella, recostaría el asiento y dormiría siete u ocho horas del tirón. Quizá soñase con Mas y Rajoy y decidiría quien, a su juicio, tenía más razón de los dos.

1 comentario:

  1. Muy bueno, Alex.
    Muy bien redactado, al momento de leer uno siente que está ahí, sentado junto a Queco y escuchando la radio.
    Triste momento el que vive el protagonista (y buena parte del pueblo español...), retratado a la perfección por tus letras. Te felicito.
    ¡Saludos!

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