13 jun 2012

Diez minutos

Eran las dos y media de hoy. Estaba en la parada de autobús esperando a mi sobrino. Venía del colegio y hoy comía en casa.
Faltaban diez minutos y me dije: ¿y ahora en qué pienso yo? En algo tenía que pasar el tiempo. Dicen que la mente siempre está ocupada pero esta vez fue a propósito. No se me ocurría nada. Entonces miré alrededor; simplemente el cuadro con el paisaje que caía en mi campo de visión.
La parada era grande: una estructura metálica curvada sobre la que se extendían tiras de metacrilato en las partes trasera y superior. Luego estaban las columnas, también metálicas, y una especie de filigrana blanca, que no llegaba a celosía, en el techo. Recuerdo que estaban presupuestadas en ciento ochenta mil euros, las paradas, la mía y la de enfrente. Bastante me parece, pero no quedaron mal a pesar del polvo que recubría el metacrilato.
El suelo eran baldosas de pizarra. Después estaba el bordillo de granito. Después, la zona para el bus, dos carriles de carretera, una isleta, otros dos carriles y la otra acera. Más allá, un chisme de recogida de pilas usadas, una barandilla que separa el parking del Supermercado Día a distinta altura, dos carteles publicitarios enormes, el supermercado y, más al fondo, árboles por los que apenas se entreveían el paseo marítimo y la ría.
Eso era si miraba al frente. A mi derecha, un kiosco de toda la vida en el que llevo sin comprar nada desde que existe el euro, creo. Siempre pensé que con un accidente un coche podría empotrarse contra él y abur kiosco y señora, pero sigue aguantando. Junto al kiosco estaba el paso de cebra y los semáforos. Al frente también podía verse, a un lado del parking, un caminito que da a la vía del tren y al paseo y un edificio viejísimo en cuyos bajos desocupados había grafitis de los grafiteros que ya me conozco de memoria, por la firma. Después, un edificio en U más nuevo con una placita y, más allá, edificios viejos y mi colegio de los primeros años de EGB. Si seguía girando la cabeza encontraba la carretera por la que debía aparecer el bus.
Luego me fijé en la gente y en los coches. Conocía a varias personas de vista pero ni como para saludarlas. Pasaban bastantes coches, sobre todo en un sentido –el de llegada del bus–. Le calculé unos treinta y pico por minuto con los semáforos abiertos.
Después cogí el móvil y miré la hora. El bus debía aparecer ya. Entonces me di cuenta de que llevaba unos días sin meter nada en el blog y ya iba tocando. Por eso dije: ¿por qué no esto mismo? No siempre van a ser idas de olla o diálogos imposibles. No todas las historias han de ser memorables. Estaba contento por haber dado con una idea. Por lo menos, más contento que hacía diez minutos. De eso se trata, ¿no? A mí por lo menos me lo parece. Y esta es la creación.
Por cierto, que el bus llegó, mi sobrino bajó y me contó que había cambiado un cromo repetido de Cristiano Ronaldo “Balón de Oro” por un buen taco de los que le faltaban.

2 comentarios:

  1. Más contento que hace diez minutos.
    Qué forma más eficiente de definir una filosofía!! Muy buen relato Alex.

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  2. MUy bueno, original y ameno. Me encanto el final.


    http://cuentosdensueno.blogspot.com

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