9 jun 2012

La luz verde

Estaba tirado en el sofá, este domingo, viendo Cuarto Milenio, y todavía no me había fumado ningún porro. Había una especie de debate sobre la verosimilitud de los testigos de OVNIS. Unos se lo creían y otros no. Nada nuevo. Entonces apareció una luz verde; verde fosforito como la barra de uranio de la musiquita del principio de Los Simpsons. La luz ocupaba todo el fondo del salón, desde la cortina tras la media columna a un lado, hasta la esquina tras la televisión al otro. De la luz surgió una sombra negra; una silueta medio humana, parecida a como trataban de explicar en el debate los creyentes en esas historias. La sombra se hizo más nítida aunque no llegó a serlo del todo. Sólo pude distinguir los ojos azul brillantes y la boca hablando cuando hablaba. Porque sí, el ser extraño de la sombra verde me habló:
—Qué hay –me dijo.
—Buenas –contesté.
—Vengo de lejos.
—¿De Marte?
—Aún más lejos. Pero eso no importa…
Sonaban una especie de interferencias y la sombra se entrecortaba, como un holograma escaso de cobertura.
—¿Qué quieres? –dije– ¿Hace falta que me levante?
Había encontrado una buena postura en el sofá y me daba mucha pereza moverme.
—Quiero… –dijo el extraño ser– deseo conocer a los terrícolas.
—¿Y por qué yo?
—Fue a voleo.
—Vaya por dios… ¿y qué quieres saber?
—Vuestro mecanismo de vida, vuestras relaciones interhumanas, vuestros objetivos como especie dominante del planeta.
—Buuuuu… un poco coñazo, ¿no?
—Me conformo con un pequeño resumen.
—Un resumen, ¿eh? –me rasqué el cuello. Así pienso mejor– Pues mira, este es un buen resumen.
—¿Cuál?
—Yo mismo, aquí tirado, viendo esa cosa que se llama tele. Solo, sin ganas de nadie, sin mayor aspiración que ver diez minutos más de programa y quedarme dormido porque mañana empieza otro día de mierda.
—¿Qué más?
Lanzaba rayos por los ojos hacia una pequeña libreta que levitaba frente a él. Estaba tomando nota.
—¿Qué más? –dije–. Pues verás… soy un humano bastante estándar. Es decir, me cago un poco en todos los demás. Me asquea bastante el resto del mundo y espero que con la muerte empiece una mierda mejor que esta.
—No es un buen mensaje el que me trasmites.
—Pues es lo que hay…
—Había leído cosas sobre este planeta. Felicidad, familia, amor, risas, amistad… ¿qué hay de eso?
—Ahí se quedó… en los libros. Casi era mejor que no conocieses la realidad.
—Entiendo.
Noté la confusión en su mirada. Realmente el extraño ser no sabía qué hacer. Me dio pena. Quise darle conversación; que se desahogase.
—Y dime –dije–, ¿por qué no hablas de tu planeta, eh? De tu especie, de tu trabajo; porque me imagino que serás una especie de misionero cuando te mandan a caboculo.
—Más o menos… –dijo– me convertí en voluntario para las misiones interestelares.
—¿Voluntario?
—Sí. Nos pagan bien. Nos apuntamos los que no tenemos mayores esperanzas. Los desgraciados, los que renegamos de todo.
—No será para tanto. Seguro que allí hay buena gente.
—No te digo que no, pero paso… ha sido una patada en el culo tras otra. Que les den.
—¿Y las tías? Alguna jamona tendrás escondida. Pareces un tipo fuerte y sano.
—Me tienen harto. Aunque sí… –se rió.
—¿Sí qué? Tienes alguna por ahí, pillín.
—No, no. Te lo prometo.
—¿Entonces?
… que soy un poco enfermo.
—¿Cómo enfermo?
—Sí, enfermo.
—¿Por?
—Porque me las quiero follar a todas.
Nos reímos. El bloc dejó de levitar. Lo debió de guardar en un descuido mío y enviarlo a otra dimensión o algo así.
—¿Fumas? –le dije.
—No. ¿Es bueno eso?
—Te ayuda a llevarlo un poco mejor.
—Entiendo. Ahora estoy de misión. Me están controlando. No puedo…
—Ya. Entonces te llevas para un descanso.
—Te lo agradezco.
Le hice un porro y luego le metí papel y hierba de reserva en una bolsita. Lo puse en la alfombra, cerca de él, y la bolsa empezó a levitar hasta que de pronto desapareció, supongo que junto al bloc.
—Bueno –me dijo–. Gracias por todo. Has sido muy ilustrativo.
—De nada, hombre. Y lo siento por ti.
—¿Lo sientes? ¿Por qué?
—Porque las cosas podían irte un poco mejor.
—Lo mismo digo.
Se despidió levantando la mano. Yo me llevé la mano a la frente como si fuese mi superior en el ejército. Luego se desvaneció y tras él, la luz verde se hizo tenue hasta que sólo quedaron otra vez las cortinas de mi salón.
Seguí viendo Cuarto Milenio pero no pude concentrarme. En realidad me quedé pensando: ¿seré yo un puto marciano?

1 comentario:

  1. Muy original, divertido y surrealista tu particular encuentro interplanetario. Lástima que las cosas estén igual de jodidas por toda la galaxia, supongo que ambos esperábais mejores noticias.
    Seguro que el visitante aprecia en su justa media tu generoso obsequio.

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