Menuda
caca. Se acaba el 2012, el año del fin del mundo, de las tormentas solares, del
final de una era, del apocalipsis. ¿Y qué ha sucedido? Nada. Pues, eso, que
menuda decepción.
Éramos
muchos los escépticos, los que decíamos no
caerá esa breva, que no nos dejamos seducir a principios de año por los
castillos en el aire de un meteoro gigante, una guerra nuclear o un cambio
climático acelerado. Pero en el fondo teníamos la esperanza. Siempre se tiene
esperanza.
Mas
queda sólo un mes y se ve que no. No creo ni que los políticos puedan
conseguirlo. Seguiremos aquí muy a su pesar. Seguiremos respirando, hablando,
comiendo, emborrachándonos, peleándonos, follando (a veces), meando, cagando,
insultando, yendo al médico, haciendo cola en el INEM, estudiando oposiciones sin
esperanzas, todas esas cosas que hacemos los mortales. Aunque empiezo a dudar
de tal condición.
Y
yo seguiré escribiendo. Me hubiera gustado; es más, me hubiera encantado tener
una pista, un hilo del que tirar de algo grande y real: un descubrimiento de la
NASA, un sol enfurecido de verdad, cosas extrañas que han captado los radares,
el presidente de los Estados Unidos enviando un mensaje trascendental;
cualquiera de esas cosas que me hicieran subir la adrenalina de una p... vez
mientras aporreaba teclas entusiasmado con semejante fuente de inspiración.
Pero
no. Pasa el tiempo y no hay nada de eso. Me queda la caca, las tías, los
cuentos estúpidos y chorradas como ésta. A ver lo que me dura.
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