Pensé en ti cuando escuché esa tubería de mi patio
de luces. El agua bajaba de golpe con un sonido interrumpido por el choque de
algo contra varios obstáculos. Ahí va el zurullo
del viejo del cuarto, decíamos, y entonces nos reíamos.
Pero sé que no podía entrar mucho en el tema. No, no
podía, porque el asunto de hacer de vientre era cosa sagrada para ti. Porque te
encerrabas en el baño y me ordenabas que me alejase y, si podía ser, me largase
del piso para que tú pudieses estar
tranquila. Sólo así, quizás, a lo mejor, podrías conseguirlo. Pero lo
normal era que no, era que nos reencontrásemos y me confirmases que nada, o que
muy poco. Un fracaso. O simplemente permanecías callada pero yo comprobaba
entrando en el baño que olía como si nada hubiese pasado.
Sí, aquel era un asunto delicado. Te veías hinchada,
sucia, cuando pasaban los días y ni los cereales de fibra ni los kiwis ni los
supositorios hacían su trabajo. Te jodía que a mí ir al wáter se me diese
magníficamente. Yo me lo tomaba a broma. Fue una de nuestras últimas
discusiones. Estabas intentándolo cuando yo, desde la habitación, escuché un
ruidito procedente del baño, no sé el qué exactamente, y te grité ¿qué es eso?, con voz muy seria, te juro
que con la intención de reírnos, pero tan mal te sentó que al parecer te corté
el rollo y dejaste de hablarme esa
tarde.
¿Recuerdas cuando nos conocimos? Fue en un botellón.
Triste, sí, pero así fue. Por algún motivo un conocido mío y yo hablábamos de
si éramos capaces de imaginarnos a una tía buena deshaciéndose en esfuerzos
mientras intentaba hacer de vientre, ahí, con su cara preciosa y sus tetas y
sus piernas, y no, resultaba muy difícil imaginárselo. Tanto que él dijo que
había escuchado que las tías buenas soltaban todo por el pis, que nada se les iba por detrás. En ese momento tú
y otra chica os cruzasteis con nosotros y nos mirasteis incrédulas, y fue la
primera vez que nos vimos. Hablamos y… hasta hoy.
Bueno, hasta hace unos días. Porque me has
abandonado, sí. Empezó a irnos mal y decidiste que era mejor dejarlo. Pero yo
sé que tú tienes a alguien más. Y de verdad, no sabes hasta qué punto me come
por dentro el imaginar a otro escuchando tus ruiditos, consolándote o bromeando
acerca de tus problemas intestinales.
Y lo peor es que el viejo del cuarto sigue como si
nada, soltando sus zurullos tubería abajo, y el ruido de la tubería es
espantoso y cruel, porque a cada momento me recuerda que esta vida sin ti es
una mierda. Una mierda mil veces más grande que la mierda más grande que pueda
soltar. Echo de menos tu estreñimiento.
jajaja, es buenísimo Alex. Genial. Cada uno guarda los recuerdos que le resultan más entrañables... cada cual los suyos.
ResponderEliminarSaludos!!
Buenas,
ResponderEliminarNos gustaria invitarte a unirte a nuestro proyecto de literatura. Se llama Publize.com y es una red social para amantes de la literatura, en la que los escritores pueden darse a conocer o difundir su obra y los lectores encontrar cualquier tipo de lectura.
Te animamos a probarlo. Puedes darte de alta en www.publize.com, donde también podrás encontrar información. No hay que pagar nada ni dar tu cuenta ni nada por el estilo ;)
Saludos