15 abr 2013

El desgraciado Evaristo

Toda la vida fue pobre el viejo Evaristo, y fíjate si era desgraciado que le tocaron diez millones de euros y al poco le diagnosticaron un terrible cáncer:
—Le quedan cuatro meses, cinco a lo sumo –le auguró el doctor.
«¿Y qué hago yo con el dinero?», preguntaba Evaristo a sus compadres. «Légalo a tus seres queridos», le decían unos. Pero el pobre Evaristo no tenía familia que mereciese un ápice de herencia. «Dónalo a la caridad», le proponían otros. Pero la sociedad que le había dado la espalda no era digna de dádiva alguna. «Gástatelo», le imploraban los más enérgicos.
Y Evaristo hizo caso…
—¿Cómo me lo puedo gastar? –se dijo.
Reflexionó y decidió hacerlo a lo grande. Hizo las maletas y recorrió el mundo entero. Viajó a países exóticos, se hospedó en los hoteles más lujosos, comió en los restaurantes más caros, se permitió multitud de caprichos y conoció a todo tipo de mujeres, de pago y gratuitas, y entre el alcohol y su triste historia consiguió inseminar a no menos de un centenar.
Fueron meses locos y todavía tuvo tiempo de regresar a casa, exhausto.
Pero para su extrañeza, no sentía los síntomas de la muerte inminente y decidió visitar al doctor:
—Le noto mejor semblante, señor Evaristo. ¿A qué se ha dedicado?
Evaristo le contó muy por encima y acordaron realizar nuevas pruebas. Cuando se citaron para conocer el resultado, el doctor traía cara de radiante estupefacción:
—Es un milagro, amigo mío –dijo–. Está usted nuevo. El cáncer ha desaparecido.
Mas Evaristo no mostró alegría. Pensó en todas las mujeres que había inseminado y cuyas barrigas crecían con pequeños Evaristos dentro. Luego se dirigió al doctor:
—¿Y no tendrá algo para que me vuelva el mal?
—¿Cómo dice? –se extrañó el doctor–. Está usted curado, ¿no me ha entendido?
—La reputa si no le entendí… pero mire usted que ya me he gastado toda la plata y ahora me requieren cuentas de medio mundo.

1 comentario: