Había
una vez una puta muy puta. Era más puta que las gallinas y que mil putas arañas
juntas.
De
madre puta y padre hijoputa no podía salir puta mayor. Putita de pequeña, puta
de adolescente y luego putón verbenero. No se concebía puta más grande en todo
el putiferio. Tan puta era que las demás putas la tenían por reputa y escapaban
de sus putadas.
Era
puta, putísima y un millón de veces puta. Dormía como una puta, vestía y comía
como una puta y como una puta andaba, hablaba y se comportaba. Todo el pueblo
sabía de su puterismo y como paradigma de puta era conocida.
Pero un día el príncipe borracho fue al puticlub y se
enamoró de ella y le pidió matrimonio. Desde entonces el príncipe mandó cortar
la lengua de todo aquel que llamase puta a su prometida y cuando se casaron ya
nadie se acordaba de que la princesa había sido puta, reputa y requeteputa.
Mola!
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