Aquel tipo parecía de lo más
normal, aunque uno se pregunta a menudo si no es muy arriesgado hablar de
normalidad con esa ligereza. Quizá común
o habitual resulten palabras más
precisas que normal, pero quién sabe.
Tenía una preciosa casa en las
afueras con un precioso jardín donde correteaban dos enormes perros. Tenía
también una bella esposa por la que suspiraba la mitad masculina de la
vecindad. Daban largos paseos todas las noches junto a los perros y sus dos pequeños,
un niño y una niña que harían las delicias de cualquier ser con un mínimo de
sentimientos. Había entre los vecinos quienes le daban la enhorabuena al tipo
por haber logrado tan hermosa familia.
Además el hombre había llegado
lejos en su trabajo. Nunca se supo muy bien a qué se dedicaba, pero todas las
mañanas se marchaba en su BMW a las seis menos cuarto y a las dos y cuarto el
BMW aparecía en la entrada del jardincito con el hombre trajeado dentro con
cara de cansado. Se dice que tenía un buen sueldo y que, desde luego, su cuenta
bancaria presentaba una buena cantidad y pronto terminaría de pagar la casa.
Era también habitual verlo
reunido con sus amigos en el bar del barrio. Compartían compañía, cervezas,
risas y buenas historias cuando había un partido interesante o cuando,
simplemente, les daba por ahí para recordar los viejos tiempos. Luego el hombre
regresaba feliz a casa donde le esperaba, según él, el verdadero sentido de su
vida.
Fue muy extraño que, una buena
mañana, a las seis menos cuarto como siempre y vistiendo su eterno traje negro,
cuando arrancó su BMW y lanzó un beso de despedida a su mujer que miraba desde
la ventana del dormitorio, salió del barrio derrapando y poniendo al límite las
prestaciones de su vehículo, cuando él era todo prudencia y, desde luego, no
era tarde para llegar al trabajo. Más extraño aún fue que en vez de tomar la
carretera general que conducía directamente a la ciudad financiera, apurase un
poco más el camino secundario hasta encontrar el acceso a la autopista a
escasos kilómetros. Escogió el sentido salida y aceleró y aceleró su BMW,
sobrepasando peligrosamente los límites legales de velocidad. Pero nada ni
nadie lo detendrían y pronto se había alejado de su barrio para no volver ni
ese día ni nunca.
Hasta hoy permanece en paradero
desconocido. No responde a llamadas y la policía de todo el estado conoce la
denuncia de la desaparición de un hombre. No hay pistas. No hay testigos de un
BMW accidentado.
En el bar hay quien comenta que
había descubierto que su mujer tenía un amante. Hay también quien asegura que
él tenía una segunda vida muy lejos de allí. Otros creen que no ha podido
soportar la presión de una vida perfecta. ¿Perfecta para quién? En lo que todos
coinciden es en que el tipo normal de pronto dejó de serlo.
Por eso hay que tener cuidado al
hablar de normalidad. Nada es normal.
Nada es anormal. Todo simplemente es.
Lo tomas o lo dejas.
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