13 may 2014

El destino del emprendedor

Familiares y amigos lloraban su pérdida:
—Siempre se van los mejores.
—Con toda una vida por delante...
—No podía haber mejor persona.
—Era atento y siempre tenía una sonrisa en la cara.
Pero también clamaban justicia cuando se manifestaban en los medios. El cuerpo de Diego Calvete había aparecido apuñalado junto al portal de su humilde piso de las afueras:
—¡Qué muerte tan terrible! ¡Asesinos!
—No pararemos hasta que se haga justicia.
—Nadie tenía motivos para hacer esta barbaridad.
—Quien lo haya hecho así se pudra en la cárcel.
Diego se marchaba dejando una viuda embarazada, veinte años de letras de hipoteca y un negocio que se pondría a la venta por un mísero precio.
Sólo a un alma tan emprendedora como ingenua se le pudo ocurrir abrir una gasolinera bien situada a la entrada de la autopista, ponerle de nombre Calvete S.L. en honor a su abuelo que las había pasado putas en Argentina, y esperar que todo le fuera bien cuando decidió ir por libre y rechazar las llamadas de la competencia para pactar precios. Había que ser un tonto suicida para ponerse a despachar diesel y sin plomo entre treinta y cuarenta céntimos el litro más barato que las demás, renunciando a parte del beneficio a cambio de que hileras de coches parasen allí a repostar, asegurando que a él le era suficiente con ganar lo que ganaba y que allá las demás gasolineras si ponían el precio por las nubes.
Por eso en el fondo no debió de extrañarse cuando aquel sicario apareció tras la esquina del edificio, portando una afilada hoja de acero y susurrándole que se había pasado de listo metiendo sus narices donde no le llamaban mientras hundía el puñal en su estómago.
Allí arriba, en el cielo, Diego Calvete tendrá tiempo para pensar en sus errores. Alguien le explicará que así es el libre mercado. O que la sociedad no está preparada para el libre mercado. O que no hay libertad por ningún sitio. ¿Quién sabe?

1 comentario:

  1. ¡Esa! La última frase es la gran verdad. Creemos que somos libres y es una mentira. Tan sólo somos libres de elegir cómo queremos vivir el cautiverio que se nos ha impuesto sin ni siquiera nosotros darnos cuenta. Muy buen texto!

    Un saludo.

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