26 nov 2015

Positivo

Había bebido como un cosaco, ¿para qué mentir? Cena de empresa con vinos, chupitos y barra libre. Un completo en toda regla.
Al salir cogí el coche. Tenía que hacerlo. No estaba dispuesto a pagarme un hotel y, por supuesto, no me había ligado a ninguna compañera. Pasé el peaje de la autopista y allí estaba la guardia civil. Me dieron el alto y me eché a un lado.
—Buenas noches —me dijo un guardia después de ponerme a su altura y bajar la ventanilla—. Estamos realizando un control de alcoholemia, ¿ha bebido usted?
¿Qué clase de pregunta era aquella? Es decir, ¿de qué valdría la respuesta en uno u otro sentido?
—Sí, señor —dije.
—¿Mucho?
Calculé mentalmente: tres vasos de vino, chupito de licor café, chupito de hierbas y unos cuarenta centilitros de ron en cubatas.
—Bastante —dije.
—Pues se le ve bastante entero.
—Es la práctica.
Se rio y su sonrisa pareció decir «aquí tenemos un graciosillo».
—Bien, coja esto y ábralo.
Me dio una bolsita y rompí el plástico.
—Introdúzcala aquí —me acercó el aparatito y encajé la boquilla.
—Ya —dije.
—Sople cuando yo le diga —miró el chisme unos cinco segundos—. Ahora.
Soplé. Fueron seis o siete segundos. Notaba el alcohol subir por el esófago y salir despedido para aumentar centésima a centésima la cifra que aparecería en la pantallita.
—Listo —dijo el guardia.
Retiró el aparato y miró la pantalla.
—Hum —dijo poco después—. Pues sí, ha bebido.
—Ya se lo dije.
—Cero cuarenta y tres, ¿sabe lo que eso significa?
—Aproximadamente.
—Voy a tener que denunciarle, señor.
—Le entiendo.
—Aparque allí delante, detrás de aquellos dos.
Me indicó un sitio al lado de unas casetas de los trabajadores del peaje. Había allí retenidos otros dos desgraciados. Uno dormía al volante y otro llamaba por el móvil. Me puse detrás. Apagué el coche. Al rato vino el mismo guardia.
—¿Quiere soplar otra vez?
—¿Por qué no?
Repetimos el procedimiento. Miró otra vez la pantallita.
—Cero cuarenta y cuatro. Nos quedaremos con la medición de antes.
Apuntó algo en una especie de agenda electrónica.
—Me extraña que se le vea a usted tan entero—dijo.
—Pero el aparatito no miente.
—Claro que no. ¿Hacia dónde va?
—Coruña.
—Caray. Veinte minutos más de viaje todavía.
—Por ahí, sí.
—Si aún fuera aquí al lado... quizá...
—¿Me dejaría usted seguir?
—Bueno, el caso es que se le ve muy bien y...
—No se preocupe —interrumpí.
—No le entiendo.
—Quiero decir que no tiene usted que pasar el mal trago de hacer la vista gorda. Múlteme y cumpla su trabajo.
—En los años de mi vida. ¿Quiere usted quedarse conmigo?
—Dios, ¡no!
—¿Y no sabe que la multa, además de la cuantía económica y la pérdida de puntos, conlleva tres meses de retirada del carnet?
—No conocía el dato exacto, pero sí.
—Y eso a usted le da igual.
—No es eso.
—¿Entonces?
—Ya se lo dije. No tiene por qué hacer la vista gorda.
—¿No necesita su coche en su día a día?
—Oh, sí. Vivo a cincuenta kilómetros del trabajo y no hay alternativas de transporte. De hecho vengo de una cena de empresa.
—Y me quiere usted decir que a su empresa le dará igual que no vaya a trabajar.
—En absoluto. Me despedirán ipso facto.
—Y está usted tan tranquilo.
Pensé en los compañeros de trabajo. En las horas ante el ordenador. En el jefe soltando veneno desde la puerta de mi despacho. Vamos, en mi mierda de vida.
—Sí, señor —le dije—. Siento decir que estoy tranquilo.
—Como usted quiera —negó con la cabeza y volvió a apuntar en la agenda—. En los años de mi vida...
Me pidió los papeles del vehículo y mi carnet de conducir. Se los llevó un momento a una furgoneta y luego me los devolvió.
—Aquí tiene —dijo—. Le llegará la denuncia a casa en cuestión de una o dos semanas.
—¿Tanto?
—Sí. Lo siento.
—Está bien.
—Ahora acuéstese y descanse y le haremos soplar dentro de un rato. Mientras no podrá irse.
—Claro.
Le hice caso y cerré el seguro, bajé la ventanilla y recliné el asiento. Después me apoyé en el cabecero y traté de dormirme. Antes de hacerlo pensé un poco en el cambio de vida que me esperaba y, ¿para qué mentir?, me sentí bastante bien.

1 comentario:

  1. Qué guay! He terminado el relato con una sonrisilla. Me ha caído bien este tipo. De la forma más tonta, y gracias a un positivo, su vida va a cambiar. ¿El cambio será también positivo? ¿Quién sabe? Lo que sí está claro es que el que no se moja el culo no cruza el río.

    Felicidades por el relato.

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