20 may 2012

Divino aburrimiento

Dos dioses hermanos se aburrían en su poltrona interestelar. Observaban el cosmos desde la cuarta dimensión sin hallar ocupación con la que pasar la eternidad.
­—Quizá esas dos galaxias –dijo el mayor.
—¿Qué les pasa? ­­­–preguntó el pequeño, desesperanzado.
—Que se acercan y terminarán colisionando.
—Ah…
Andrómeda y la Vía Láctea aparecían ante sus ojos, majestuosas y enormes, pero sin ofrecer señal alguna de una inminente colisión.
—¿Y a qué velocidad se acercan? –quiso saber el pequeño.
—A cincuenta kilómetros por segundo.
—¡Buf! Tardarán una barbaridad en…
—Miles de millones de años –aclaró el mayor.
—¡Eso es muchísimo! Quizá si acelerásemos un poco el tiempo… –cogió el hermano pequeño una especie de mando a distancia muy extraño.
—¡Deja eso! –se lo arrebató bruscamente el mayor– ¿No te acuerdas de las órdenes de papá? Libre albedrío –hizo una pausa–. Libre albedrío…
Allí permanecieron los dos dioses, aguardando el supuesto espectáculo entre bostezo y bostezo.
—¿Pretendes que nos quedemos así eones? –se impacientó el pequeño.
El mayor meditó su respuesta:
—¿Se te ocurre algo mejor que hacer con la mierda que ponen en la tele últimamente?
—Razón no te falta.
Po’vale.
Po’vale.

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