10 may 2012

El epílogo del don nadie

Nada salió a su rescate durante el paseo. Ni un nuevo paisaje; ni una revelación milagrosa; ni un encuentro trascendental; ni un flamante cambio de perspectiva. Tampoco lo esperaba. Sabía que allí seguía el mismo paisaje; el mismo cielo sin ofrecer señal alguna; la misma gente indiferente y su misma cabeza atada a sus pensamientos.
Regresó a casa entre el absurdo de vehículos y peatones en circulación. Un caos convertido en normalidad sobre el suelo artificial de asfalto y adoquines. Ambiente sin naturaleza. Vida muerta. Un conjunto de seres inconexos que libran una batalla perdida de antemano.
Proyectó una mirada irónica al mundo y encaró el interior del portal. Su madre conspiraba sabe dios qué en la cocina, infeliz. La saludó y se metió en el cuarto de baño, donde permaneció un par de minutos. Luego se encerró en su habitación.
Corrigió la posición de varias figuritas que parecían torcidas, alineó unos cuantos libros fuera de su lugar exacto, deshizo las arrugas del edredón y recogió unos trastos inútiles sobre el escritorio. Futilezas que sólo le servirían para desechar algo de tiempo. Entonces rescató su alfombra bajo la cama. La colocó y se tumbó boca arriba: era su lugar y su postura en los malos momentos. Desde allí observaba el techo, con su pintura blanca, su mínimo relieve defectuoso y las minúsculas grietas que lo cruzaban. Permanecía inmóvil hasta que la espalda se le endurecía, imaginando caras, figuras de todo tipo y todo un mundo paralelo en aquellas grietas y deformidades en la pintura.
Esta vez se levantó enseguida. No quería contaminarse con sus malos recuerdos. Prefirió la cama, donde apartó el cojín y se acostó, adoptando una cómoda posición fetal. Sin querer sonrió: no podía causarle más que risa la imagen de su teléfono móvil volando a través del lago artificial del paseo, estrellándose luego contra una piedra enorme y saltando sus piezas por los aires. Después se sintió satisfecho: por fin había dado el paso crucial, mil veces planeado pero sin encontrar el valor suficiente. Por último respiró aliviado: el trabajo en el cuarto de baño marchaba bien y empezaban a hacerle efecto los somníferos antes que el bote de pastillas que pronto le pondrían el punto y final a todo.

2 comentarios:

  1. ¿Y su madre?.
    Tal vez él era su único sustento emocional.
    O a alguno de los motivos que le hicieron desistir en ocasiones anteriores.
    Nuevamente hubiera logrado superar un mal momento.
    Ya lo había hecho otras veces.
    Pero así ocurre cuando no se ve nada a lo que aferrarse, un mínimo detalle, o la curiosidad, cualquier cosa te saque de esas horas negras.Y resistir.

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  2. Muy bueno!!!! Un placer pasearme por tu espacio. Pronto regreso!!
    http://cuentosdensueno.blogspot.com
    http://a212grados.blogspot.com

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