Se mira en el espejo y lo reconoce: está
buenísima y punto.
Acaba de largarse veinticinco minutos de
cinta, otros tantos de elíptica y quince de bici (siempre un poco menos de bici
porque por nada del mundo le gustaría fortalecer de más los gemelos), y ahora
toca machacarse media hora en las máquinas. Y el espejo que abarca media sala
de musculación refleja una chica, una mujer de veintilargos, sudada y con la
cara colorada tras el esfuerzo.
Se acerca para recoger unas pequeñas
mancuernas, así podrá verse de cerca. A pesar de los circulitos rojos sobre los
pómulos y el aspecto cansado, casi ajado, de la piel de la frente y de los
laterales de la nariz, la sola tersura de su cutis, blanquecino pero con un
lejano y tranquilizante deje moreno, podría provocar unas cuantas erecciones
entre los machos de alrededor. El toque definitivo se lo dan esos dos pequeños
mechones rubios que, fruto del sudor, se le han pegado a la cara y que no merece
la pena devolver a su sitio. Y sí, es rubia natural. Un rubio más claro en
verano que ahora en el invierno, pero sexy igualmente. Eso sí, la melena que
normalmente se desmarca unos centímetros cuello abajo, se encierra ahora en una
coleta que la golpea débilmente en los hombros al mínimo movimiento.
Una camiseta rosa ajustada se adhiere más
que nunca a sus curvas, transparentándosele incluso el nuevo sujetador
deportivo que, no por ser insospechadamente cómodo, deja de ponerle sus
noventa-noventa y cinco de tetas casi perfectas (perfectas según sus dos
últimos novios), bien arriba, aunque sin rozar la obscenidad.
Más abajo, las piernas están camufladas
bajo unas mallas negras. Suele hacer deporte con unos minúsculos pantalones que
apenas terminan de taparle las nalgas, pero últimamente se encuentra más cómoda
con las mallas que, por otro lado, no hacen sino enfatizar sus piernas; largas
y fuertes, con la fuerza justa para adquirir forma y coronar un culo redondo y
respingón, esplendoroso.
No tiene mucho más que mirarse y da media
vuelta. Realiza unas cuantas series de sentadillas, hombro, bíceps y tríceps.
Abandona la zona de musculación consciente de que, con escaso disimulo, cuatro
o cinco maromos, algún que otro enclenque y un par de viejos verdes no le
quitaron ojo y comentaron en corrillo su presencia allí. Pero no le importa,
¿cómo le iba a importar? Lo que de hecho le preocuparía es que de pronto
maromos, enclenques, viejos verdes; y también taxistas, peatones, obreros, todo
dios… dejase de babear a su paso. Eso sería desastroso. Que miren lo que quieran.
Un chico bastante majo va a devolver una
colchoneta a su sitio y ella lo intercepta. Se quedará con la colchoneta y de
paso es posible que le haya alegrado la mañana al chico, a quien ha sonreído.
Se tumba y empieza las series de
abdominales. Su barriga es plana; sensual, por supuesto. Sin embargo algo no le
cuadra en la ecuación. Han pasado cuatro años desde que mandó a paseo a su
último novio y, desde entonces, apenas un par de polvos con un viejo amigo y
cinco o seis noches de borrachera encamada con un desconocido. Nada más. Un
bagaje que podría firmar una cualquiera, una para la que ligar de pascuas en
mayo no esté mal, ¿pero ella? ¿Debía
ella conformarse con eso? La respuesta es rotunda. Ella estaba hecha de otra
pasta. De la pasta de las tías que follan cuando quieren; que subyugan a los
hombres y dicen si a mí me apetece sí, y
si no que te jodan. Esa debía ser ella y sin embargo… podía contar sus
últimas noches de gloria con los dedos de las manos. Hace tiempo que no se
siente mujer, deseada realmente por un hombre que ha tenido el privilegio de
encontrársela. De un hombre que pasará una noche inolvidable y, con un poco de
suerte, se lo haga pasar un poco bien a ella. Nada de amor. Sólo diversión.
Pero todo tiene una explicación y lo sabe.
Ya viene de lejos. Desarrolló tarde y no empezó a estar cañón hasta después de
la veintena. A pesar de varias relaciones que pretendían ser estables y que no
fueron más que un fiasco finiquitado en cosa de pocos meses, sintió y siente
hoy en día que más hombres la miran pero menos se acercan e intentan algo. No
se atreven. Está demasiado buena. Una barrera se ha levantado entre ella y el
resto de la humanidad. Primero son ellos los que, por falta de cojones unas
veces, de alcohol en vena otras, pero las más por ausencia de autoestima,
simplemente la miran, la adoran, le hablan incluso; todo para ganarse algo en
qué pensar cuando ponen el pestillo del baño, porque saben que no aspiran a
tanto (y suele ser lo cierto), y que si quieren mojar tendrán que buscarse a
otra peor. Pero también es ella quien no asoma por encima del muro. No debe, no
señor. No debe porque estar tan buena le ha otorgado el obligado privilegio de
ser la que espere, la que sea cortejada, la que escuche candidatos a príncipe rogando
bajo su ventana. Traspasar ese muro sería convertirse en una fulana más, en una
zorrita cualquiera que viste mona y enseña escote y muslo para pillar cacho.
Sería un deshonor, un fatal ataque contra sí misma que no haría sino bajarla de
su preciado pedestal.
No es justo. No es justo que por estar
buena tenga que reservarse al mejor postor y no poder elegir a un pringao
cualquiera del grupo de chicos que se lo haga pasar bien una noche. No es justo
que no se pueda agarrar tal borrachera que ande vomitando por el pub adelante.
No es justo que tenga que mantener una imagen
tan perfecta y a la vez tan frustrante. No es justo que al final los tíos se
vayan con otras o que tenga que pasarse por puta para conseguir algo. No es
justo que no pueda terminar con el rímel corrido y con cara resacosa sin que
por ello pierda el encanto. No es justo que no pueda gritar porque la hacen
gozar. No es justo que no pueda decir dame
más sin que suene mal. No es justo que no se corra por miedo a mojar las
sábanas. No es justo que no pueda decir quiero
chupártela o dame por detrás.
No, no es justo. Las chicas de bandera
también se merecen una buena polla. También se merecen que se la metan.
jajaja, también ellas se lo merecen, claro que sí.
ResponderEliminarun saludo Alex!
joer, hay que ser del montón para mojar.......jajaja, estás muy mal, eh
ResponderEliminarExacto Lorena, tú nada, jeje.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar