15 mar 2013

Una chica de bandera

Se mira en el espejo y lo reconoce: está buenísima y punto.
Acaba de largarse veinticinco minutos de cinta, otros tantos de elíptica y quince de bici (siempre un poco menos de bici porque por nada del mundo le gustaría fortalecer de más los gemelos), y ahora toca machacarse media hora en las máquinas. Y el espejo que abarca media sala de musculación refleja una chica, una mujer de veintilargos, sudada y con la cara colorada tras el esfuerzo.
Se acerca para recoger unas pequeñas mancuernas, así podrá verse de cerca. A pesar de los circulitos rojos sobre los pómulos y el aspecto cansado, casi ajado, de la piel de la frente y de los laterales de la nariz, la sola tersura de su cutis, blanquecino pero con un lejano y tranquilizante deje moreno, podría provocar unas cuantas erecciones entre los machos de alrededor. El toque definitivo se lo dan esos dos pequeños mechones rubios que, fruto del sudor, se le han pegado a la cara y que no merece la pena devolver a su sitio. Y sí, es rubia natural. Un rubio más claro en verano que ahora en el invierno, pero sexy igualmente. Eso sí, la melena que normalmente se desmarca unos centímetros cuello abajo, se encierra ahora en una coleta que la golpea débilmente en los hombros al mínimo movimiento.
Una camiseta rosa ajustada se adhiere más que nunca a sus curvas, transparentándosele incluso el nuevo sujetador deportivo que, no por ser insospechadamente cómodo, deja de ponerle sus noventa-noventa y cinco de tetas casi perfectas (perfectas según sus dos últimos novios), bien arriba, aunque sin rozar la obscenidad.
Más abajo, las piernas están camufladas bajo unas mallas negras. Suele hacer deporte con unos minúsculos pantalones que apenas terminan de taparle las nalgas, pero últimamente se encuentra más cómoda con las mallas que, por otro lado, no hacen sino enfatizar sus piernas; largas y fuertes, con la fuerza justa para adquirir forma y coronar un culo redondo y respingón, esplendoroso.
No tiene mucho más que mirarse y da media vuelta. Realiza unas cuantas series de sentadillas, hombro, bíceps y tríceps. Abandona la zona de musculación consciente de que, con escaso disimulo, cuatro o cinco maromos, algún que otro enclenque y un par de viejos verdes no le quitaron ojo y comentaron en corrillo su presencia allí. Pero no le importa, ¿cómo le iba a importar? Lo que de hecho le preocuparía es que de pronto maromos, enclenques, viejos verdes; y también taxistas, peatones, obreros, todo dios… dejase de babear a su paso. Eso sería desastroso. Que miren lo que quieran.
Un chico bastante majo va a devolver una colchoneta a su sitio y ella lo intercepta. Se quedará con la colchoneta y de paso es posible que le haya alegrado la mañana al chico, a quien ha sonreído.
Se tumba y empieza las series de abdominales. Su barriga es plana; sensual, por supuesto. Sin embargo algo no le cuadra en la ecuación. Han pasado cuatro años desde que mandó a paseo a su último novio y, desde entonces, apenas un par de polvos con un viejo amigo y cinco o seis noches de borrachera encamada con un desconocido. Nada más. Un bagaje que podría firmar una cualquiera, una para la que ligar de pascuas en mayo no esté mal, ¿pero ella? ¿Debía ella conformarse con eso? La respuesta es rotunda. Ella estaba hecha de otra pasta. De la pasta de las tías que follan cuando quieren; que subyugan a los hombres y dicen si a mí me apetece sí, y si no que te jodan. Esa debía ser ella y sin embargo… podía contar sus últimas noches de gloria con los dedos de las manos. Hace tiempo que no se siente mujer, deseada realmente por un hombre que ha tenido el privilegio de encontrársela. De un hombre que pasará una noche inolvidable y, con un poco de suerte, se lo haga pasar un poco bien a ella. Nada de amor. Sólo diversión.
Pero todo tiene una explicación y lo sabe. Ya viene de lejos. Desarrolló tarde y no empezó a estar cañón hasta después de la veintena. A pesar de varias relaciones que pretendían ser estables y que no fueron más que un fiasco finiquitado en cosa de pocos meses, sintió y siente hoy en día que más hombres la miran pero menos se acercan e intentan algo. No se atreven. Está demasiado buena. Una barrera se ha levantado entre ella y el resto de la humanidad. Primero son ellos los que, por falta de cojones unas veces, de alcohol en vena otras, pero las más por ausencia de autoestima, simplemente la miran, la adoran, le hablan incluso; todo para ganarse algo en qué pensar cuando ponen el pestillo del baño, porque saben que no aspiran a tanto (y suele ser lo cierto), y que si quieren mojar tendrán que buscarse a otra peor. Pero también es ella quien no asoma por encima del muro. No debe, no señor. No debe porque estar tan buena le ha otorgado el obligado privilegio de ser la que espere, la que sea cortejada, la que escuche candidatos a príncipe rogando bajo su ventana. Traspasar ese muro sería convertirse en una fulana más, en una zorrita cualquiera que viste mona y enseña escote y muslo para pillar cacho. Sería un deshonor, un fatal ataque contra sí misma que no haría sino bajarla de su preciado pedestal.
No es justo. No es justo que por estar buena tenga que reservarse al mejor postor y no poder elegir a un pringao cualquiera del grupo de chicos que se lo haga pasar bien una noche. No es justo que no se pueda agarrar tal borrachera que ande vomitando por el pub adelante. No es justo que tenga que mantener una imagen tan perfecta y a la vez tan frustrante. No es justo que al final los tíos se vayan con otras o que tenga que pasarse por puta para conseguir algo. No es justo que no pueda terminar con el rímel corrido y con cara resacosa sin que por ello pierda el encanto. No es justo que no pueda gritar porque la hacen gozar. No es justo que no pueda decir dame más sin que suene mal. No es justo que no se corra por miedo a mojar las sábanas. No es justo que no pueda decir quiero chupártela o dame por detrás.
No, no es justo. Las chicas de bandera también se merecen una buena polla. También se merecen que se la metan.

4 comentarios:

  1. jajaja, también ellas se lo merecen, claro que sí.
    un saludo Alex!

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  2. joer, hay que ser del montón para mojar.......jajaja, estás muy mal, eh

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