4 mar 2014

Sprint

Ahí estaba. Dorsal número 969. La primera maratón en las piernas de Harry "el borracho" Veleta y llegando al sprint en el último kilómetro contra Ahmed Bakhouya, dorsal 1, bronce olímpico, subcampeón del mundo y vencedor en la misma prueba el pasado año.
Pero ahí estaba Harry. A sus treinta y pocos tacos había empezado a correr como quien dice antes de ayer. Talento sobrenatural. Fiestero también de otro planeta: hacía honor a su apodo. Normal que nunca ganase nada.
—¡Vamos chaval! —le gritaba desde las vallas la gente apelotonada. Ni dios conocía su nombre pero ¿quién no quería que ganase un desconocido?
Era una enorme recta y se veía la meta allá al fondo. Después de dos horas y poco no sabía si estaba vivo o muerto. Estaba escarallado, eso seguro. Había superado el muro con alambre de espino y todo y, sorprendentemente, la mayoría de favoritos, manada de negros etíopes y keniatas incluida, se había quedado en el camino. Pero no Ahmed. No el marroquí morito de mierda que parecía estar paseándose por las calles de la capital. Parecía disfrutar acelerando un poco el ritmo, matando lentamente al borracho.
—Puto moro —no paraba de repetirse Harry.
Pero le aguantaba el ritmo. Habían bajado de tres minutos el kilómetro los últimos diez pero ahora debían de estar en dos treinta o dos veinticinco. Era un puto sprint.
El tío de la megafonía se desgañitaba: emoción inesperada en una prueba en la que el ganador solía llegar en solitario. El público se contagiaba y gritaba ¡vamos! ¡vamos! A Harry se le desencajaban las piernas. Podría jurar que ni aun estando recién desayunado sería capaz de esprintar así.
Pero el moro seguía y seguía. Era un martillo pilón.
Trescientos metros para la llegada. El corazón, a doscientos diez. Se ve la cinta en la meta sujetada por dos preciosidades: dos azafatas de la marca de refrescos que patrocina la prueba. Es posible la victoria. La gente grita y aplaude y levanta los puños. Puede ser un paseo triunfal. El mejor día de su vida. Aguanta.
Cien metros. Hay montones de carteles a los lados de la marca de refrescos. También muchas azafatas que ríen y aplauden. Están todas buenísimas. Se imagina que follárselas a todas sería el justo premio para el vencedor. Quizá tardara horas en levantársele pero después ¡pobres de ellas!
Cincuenta metros. Los corredores se echan a un lado. Harry siente las tetas de las azafatas botando a escasos centímetros. Quién le diera poder pararse y masajear un rato, ganar la carrera y luego volver a ellas.
Le sobran fuerzas. La adrenalina ha escondido el cansancio y se encuentra nuevo. Corre como un jamaicano y siente que está medio metro por delante. Las azafatas y sus tetas están ahí. Es la gloria que se merece.
Veinticinco metros. Son sólo una docena de pasos. Al tío de la megafonía no se le entiende nada. Casi puede coger la cinta con las manos. De pronto unas piernas salen por su derecha. Siente la tentación de sacar el codo a pasear e impedir el progreso de Ahmed. Pero eso no es posible. El morito de mierda se saca fuerzas de nosedonde y le adelanta. Su zancada es de dinosaurio. En diez metros le saca tres y alcanza la meta a cinco cuerpos de distancia. La cinta se rompe y está en el suelo, hecha dos pedazos, cuando Harry "el borracho" Veleta cruza la línea.
Todo ha terminado. Segundo. El primero de los perdedores. Harry se tira al suelo y vomita. El morito le da una palmadita en la espalda y levanta luego los brazos. Se pasea reentrando al circuito y chocando las manos de las azafatas, que no dejan de aplaudir.
Harry se reincorpora. Se sujeta las rodillas y apenas puede levantar la cabeza. Ahmed viene a darle un abrazo. Luego unos tipos con traje le felicitan.
—Gran carrera. Gran carrera —le dicen.
—Que os den por el culo —piensa Harry.
Da unos cuantos pasos para que no se le duerman las piernas y después sólo tiene que esperar. Unos cuantos corredores más llegan a meta y comienza la entrega de premios. Saluda desde el cajón número dos del podio cuando mencionan su nombre y recibe un ramo de flores. Luego aplaude obligadamente cuando Ahmed Bakhouya es coronado con dos ramos y, sobre todo, mientras dos azafatas espectaculares le besan la mejilla para hacerse la foto. Suena el we are the champions. No existe un momento peor.
Finaliza todo. La gente se disipa. Es hora de ducharse y estirar.
Las azafatas recogen el chiringuito. Posiblemente se follarían a Ahmed. El morito se lo ha ganado. El bueno de Harry no podría ni olerlas. Necesitaba un whisky. Eso funcionaría. Sin duda. Se merecía un buen trago Harry "el borracho".

1 comentario:

  1. Hola!
    Antes que nada, te felicito por tu blog. Acabo de leerme los tres últimos relatos y los tres me han dejado con una sonrisa. Tanto el Harry de este relato como el feliz hombre normal del anterior son gente que están ahí, en nuestro día a día, aunque puedan pasar desapercibidos. La reputa también, pero esa llama más la atención.
    Lo que quiero decir es que me gusta tu forma de tratar lo cotidiano, con un estilo muy directo y efectivo.
    Seguiré leyendo y comentando y, de paso, te añado a la lista de blogs recomendados en el mío.

    Un saludo!

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