Toda su vida fue una
marioneta. Una estúpida y asquerosa marioneta en manos de cualquiera con un
mínimo protagonismo en su existencia.
El problema fue que
creció y maduró y se preguntó muchas cosas. ¿Valía la pena seguir siendo una
marioneta? ¿Le había servido de algo dejarse manejar por los demás? ¿Acaso era
ahora más feliz? ¿Se sentía así más lleno? No solía dejarse atormentar por
tales cuestiones, pero cada vez eran mayores el estruendo interior y los días y
las noches de soledad y dudas.
De nada había valido
ser un buen chico: portarse bien en casa, estudiar y trabajar. Ningún provecho
había sacado de su empeño profesional: despedido como un perro. Para bien poco
le había servido esforzarse en ser un buen amante: encontró a su mujer en la
cama con otro. Completamente inútil había sido su intento por perfeccionarse:
ahora era una mierda maloliente, sebosa e imperfecta.
Pero tuvo una virtud:
reaccionó a tiempo. Supo concluir que había vivido como una marioneta y ya
estaba bien. Por eso tomó las riendas de su vida y, una buena noche, se encerró
en su dormitorio y bebió hasta emborracharse. Cogió entonces el cuchillo
jamonero que había traído al efecto y, de dos certeros tajos, seccionó sus
arterias a la altura de las muñecas. Para su sorpresa no le dolió, gracias
quizá al vodka. Ahora se desangraba mientras trataba de recordar los escasos
momentos positivos que había vivido. Sonrió al hacerlo.
Aprovechó sus últimos
minutos para observar su habitación: el ordenador, el reloj-despertador, los
posters y los libros. Sobre todo los libros. Los libros que le habían evadido
de un mundo que odiaba sin ni siquiera él saberlo. ¿Y por qué no lo sabía?
Porque las marionetas no piensan.
Pero ahora ya no era
marioneta y sí que pensaba. Ahora él manejaba los hilos. Ahora él podía morirse
feliz y tranquilo y jurando y perjurando que era feliz siendo ÉL, ÉL y
solamente ÉL.
Descanse en paz.
Dramático, con excelentes descripciones del estado de ánimo del protagonista, sus causas y consecuencias.
ResponderEliminarMe gustó mucho.
¡Saludos!
Pobre tipo. La verdad que los protagonistas de tus relatos bien podrían formar parte de un catálogo de perfectos desgraciados. Me da lástima que termine quitándose la vida pues, si bien ha sido la única forma de ser él mismo, llegado al punto de querer morir podría haber intentado vivir como siempre había querido. De quitarse de en medio siempre tendría tiempo. Para colmo, seguro que el pobre diablo termina en el infierno por algún pensamiento impuro, jeje...
ResponderEliminarUn saludo, Alex.