¿Por qué te habré vuelto a ver
después de tanto tiempo?
Ibas como siempre, con tu
cazadora y tu paraguas rosa, con el resto de tu ropa más cómoda que
favorecedora, caminando a zancadas minúsculas como si temieras resbalarte
constantemente.
No sé a dónde ibas, quizá sólo
caminabas, o ibas en búsqueda de alguien, o simplemente volvías a casa. El caso
es que nos cruzamos... ¿cuánto hacía: año y medio, dos? Buf, mejor no pensarlo.
Hablamos tres o cuatro frases y
nos despedimos. Tanto tiempo después la cordialidad se impone a la confianza.
¿Recuerdas nuestras largas conversaciones? Tú a un lado de la pantalla y yo al
otro. Después, separados por una mesa en la que estaban mi cerveza y tu
infusión. Tu eterno te verde. ¿O era menta poleo? Dios, ya no me acuerdo, ¿cómo
es posible que lo olvidase? De lo que sí me acuerdo es de lo que hablábamos. No
había tema que no tocásemos y que no pareciese que propiciaba una perfecta
sintonía. O esa impresión me causaba a mí, ¿a ti no? La política, la crisis, lo
mal que estaba todo, los estudios, el trabajo, o mejor dicho, el no-trabajo de
los dos, el futuro, nuestras vidas, nuestros amores y, aunque haya sido duro,
cómo conociste a tu novio y lo bien que te iba con él.
Me imagino que seguiréis juntos. Puede
que hasta os hayáis casado y planeéis tener hijos. Seguro que eres una madre
magnífica. Te lo dije una vez y lo mantengo.
Por lo demás, el tiempo pasa pero
los recuerdos de la otra persona permanecen anclados en las últimas imágenes
que se poseen de ella, construyendo una realidad presumiblemente falsa tras una
larga ausencia. Por eso he imaginado que continúas tus infinitas lecturas antes
de apagar la luz, que todavía sigues pensando en afiliarte a ese extraño
partido político municipal, que te encantan Enya y Mike Oldfield, que te ríes
por no llorar cuando hablas de que de nada te ha servido entregar cientos de
currículos y que, aunque te cueste reconocerlo, eres demasiado utópica y buscas
una felicidad perfecta que tú misma sabes que es inalcanzable.
Por mi parte creo que no te
sorprenderías demasiado de cómo me van las cosas. Sigo igual de sin-trabajo que
tú y me gusta salir por ahí con la cámara de fotos. ¿Te acuerdas de lo mucho
que te enfadaste cuando disparé el flash sin avisarte y saliste con aquella
cara horrible? Para mí no lo era, que lo sepas.
Ah, he dejado el grupo de música,
como era predecible. Tú me decías que lo haría y yo quería convencerte de que
no. En realidad quería convencerme a mí mismo, pero la cosa no iba a ninguna
parte. Por cierto, tengo pareja. Una buena chica. Guapa, inteligente y
simpática. Os llevaríais bien, tenéis gustos e inquietudes muy parecidas. Me
recuerda a ti cuando se pone pensativa y divaga sobre cualquier asunto. Nos va
muy bien y supongo que con el tiempo viviremos juntos. No me atrevo a hablar de
boda y familia: es muy pronto para eso.
Total, que poco a poco he ido
encaminando mi vida. Sin grandes sobresaltos creo que he descubierto qué es lo
que quiero, qué camino quiero seguir. Pero como dije al principio, ¿por qué te
he vuelto a ver? Verte otra vez ha sido una descarga eléctrica. De pronto mis
sistemas se activaron, sin saber siquiera que hasta entonces estaban
aletargados. Y ahora comprendo que este nuevo yo no es más que un estúpido
castillo en el aire, sin cimiento alguno, que se ha derrumbado en cuanto
apareciste y me saludaste. Todo en mí es una farsa. Todo carece de sentido
salvo que el sentido sea el sinsentido de vivir dejándose llevar.
Sólo se me ocurre terminar
diciendo que sin ti todo es una puta mierda.
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