4 nov 2014

Un ángel entre nosotros

Para Ángel ha sido un jodido día de mierda. Igual que ayer, anteayer, el otro y el otro. ¡Buf!
El jefe está de uñas porque no sale una puta licitación y no queda más cojones que despedir a la gente. De momento Ángel se va librando porque es de los veteranos y largarlo sale por un ojo de la cara. Pero os podéis imaginar el ambiente en la oficina entre la inactividad, la mala hostia generalizada y los rumores sobre quién será el siguiente.
Pero algo bueno tenía que tener todo esto, y es que con la reducción de horarios él mismo puede encargarse de los niños por la tarde. Manu y Olalla, de cuatro meses y tres años. Sus ojitos derechos. Lo que da verdadero sentido a la vida de Ángel.
Así que ahí está, sentado en el banco del parque, dándole el biberón a Manu, que no para de llorar y patalear como si tuviera el demonio dentro por mucho que le arrulle y le cante todas las putas canciones de Disney Channel, mientras vigila con el rabillo del ojo que Olalla no se meta tierra en la boca ni le dé por escaparse a la carretera. Un grito a tiempo lo consigue, pero eso hace llorar más a Manu y vuelta a empezar. Ángel es un verdadero ángel.
 El hombre hace lo que puede, y así pasan las horas hasta que Rosa llega a casa y puede descansar un poco y quizá hasta poner la tele antes de irse a dormir para recibir un nuevo y glorioso día de trabajo. ¡Qué gran padre es Ángel!
Lo que no me explico es cómo el tío no bebe —apenas una cerveza o dos por semana—, no fuma, no consume drogas duras ni blandas ni intermedias, no se hace una triste paja y, si me apuras, no se pega un tiro entre ceja y ceja de una puta vez.

1 comentario:

  1. Excelente micro, Alex.
    El final apabulla (para bien) con su llegada, y nos deja a tus lectores boquiabiertos. Genial.
    ¡Saludos!

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