29 dic 2015

Un tío en forma

Otra cosa no, pero Fer estaba en forma. Muy en forma. Muchísimo. Era una bestia parda. Un todoterreno.
Había encontrado el cristal de un escaparate y lo había comprobado. Nadie por un lado. Nadie por el otro. Nadie dentro. Se levantó la camiseta y admiró aquellos ocho cuadraditos como si fueran sus hijos. No en vano le había costado más trabajo conseguirlos que uno o dos churumbeles. Unas tres horas al día cinco o seis días a la semana, amén de la piscina y las horas corriendo por el parque.
Pero ahí estaban los resultados. Un cuerpo de diez. Fuerte y marcado. Delgado pero musculado. Un portento. Un toro. Fuerza y resistencia infinitas. La portada de Men's Health, ¿por qué no?,
Fer reflexionó sobre todo aquello. Todo aquel tiempo invertido. Aquel propósito hecho un buen día cinco o seis años atrás, de dejar de ser un enclencle sin media hostia para convertirse en un cuerpo enviadiable por los tíos y que pusiera cachondas a las tías. De lo primero posiblemente podrían dar fe algunos compañeros del gym. Para lo segundo no bastaba con vestir camisetas ceñidas y quedarse en pie a la orilla del agua creyendo que todas las miradas se dirigirían a ti con admiración. Había también que procurar no parecer un obseso en cuyo cerebro cupiese algo más que mancuernas y series de abdominales.
Aunque para eso era ya tarde. Su perfección exterior creció al mismo tiempo que su simpleza mental. Desaparecieron los sentimientos e inquietudes que antaño habían poblado su cabeza. Dejó de ser el niño listo y bueno para ser el tiarrón fuerte. La imagen del póster. La pegatina de los botes de proteínas.
Fer se palpó los bíceps y los pectorales. Seguían en su sitio. Firmes y duros. Pero sintió una blandura que no recordaba y echó a llorar. Avergonzado, se tapó la cara porque no podía detener el llanto, y corrió hacia casa procurando no ser visto. Él, el hombre diez, llorando como una nenaza y subiendo a encerrarse en su cuarto como si la niña que le gustase acabara de darle un beso en la mejilla a otro niño.
Tirado sobre la cama, Fer lloró y lloró y cuando mamá entró a preguntarle qué le pasaba, dijo posiblemente no sin razón, que acababa de descubrir que su vida era una auténtica mierda.

1 comentario:

  1. Muy bueno, Alex. Cuántos tipos parecidos conozco... bueno, infinidad, ja: mucho músculo, poco cerebro. El cierre es magnífico.
    Saludos.

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