4 nov 2011

Carta a la muerte

Estimada Muerte:
Nunca escribir una carta me ha hecho tanta ilusión como hoy. Saber que tendrás algo mío en tus manos, que tocarás lo que yo he tocado antes, que leerás lo que yo he escrito; sólo imaginarlo, me impacienta y me estremece al mismo tiempo. Ante tal cúmulo de emociones espero ser capaz de expresarme con claridad. Más que nunca deseo encontrar las palabras adecuadas para revelarte mi amor.
Porque por extraño que te parezca, es ésta una declaración de amor. Un desesperado intento por mostrarte lo que llevo dentro y que tanto me lastra. Probablemente te mofes de un trivial humano contaminado de sentimientos y mortalidad, que osa creerse digno de tu atención más allá de la que te ocupan tantos otros. Pero para mí declararme no es sólo importante; declararme lo es todo. Es el único final digno para mi vida. El acto que hace feliz mi último aliento.
Quizá te preguntes cómo alguien puede amar a quien todos temen. Es sencillo. La esperanza de hallar un sitio en esta vida se ha agotado. Se ha consumido lenta e incesantemente. La gente, el amor, las frustraciones, la insignificancia, el aire y la tierra, el mar, yo. Todo me ha llevado hasta aquí. Hasta esta carta. Hasta esta declaración. Hasta una nueva esperanza que, por muerta la vieja, no deja de nacer con mi muerte. Ahora veo la luz. Veo que el túnel tiene una salida. Y hacia ahí me dirijo; donde tú aguardas para acogerme.
Por favor, cree mi palabra de que mi amor no es efímero. Llevo mucho tiempo añorando tu encuentro. El mismo que dejé de añorar cualquier posibilidad de encuentro con la vida. Desde entonces, vivo por y para ti. A diferencia de los demás mortales, yo no te temo ni te rehuyo. Para mí no eres tabú ni motivo de evitación. Para mí eres trascendencia, magia. Eres poder. Poder de escribir el destino de todos. Poder de cambio. Poder para finalizar una historia y comenzar otra. Aquí finaliza la mía. Tú decidirás cuál me corresponde ahora, pero ya sé una cosa. Sé que mi nueva historia tendrá el mejor de los inicios: un inicio elevándome del suelo y volando acomodado en tus brazos, al refugio de tu guadaña y testigo del secreto que se esconde bajo tu túnica. Ese momento justifica una vida llena de desventuras.
No puedo esperar más. Llegó la hora. La noche es fría y lluviosa. Nadie pasea por las calles. Terminaré estas líneas, doblaré las hojas que las contienen y las dejaré caer. Durante segundos, recorrerán al dictado de la gravedad los treinta metros que separan esta cornisa del suelo.
Después seré yo. Me subiré a la cornisa y miraré este mundo por última vez. Luego cerraré los ojos y tomaré aire profundamente. Sólo me quedará dar un paso al frente. Enseguida mi cuerpo yacerá junto a la carta. Confío en que la encontrarás parte de mí y te la llevarás también contigo. No puedo ser más feliz.
Siempre y desde ahora tuyo.
AFC

1 comentario: