5 nov 2011

Un día de mierda cualquiera

Hay días en que sólo quieres desaparecer. Días que te sientes en la basura. Todo ha sido negro. Te despertaste mal y con las horas has ido a peor. Ojalá el suelo te tragase. Es lo único que se te ocurre.
No hay motivos; al menos tú no los encuentras. Puede que haya sido sólo un mal día en medio de lo que creías «una buena racha». Pero no te cuadra. Algo motiva los malos momentos. Te lo planteas: puede que nunca debiera haber existido esa buena racha. Era todo mentira. Tu realidad es esta. Desengáñate, no estabas tan bien. Y eso te da miedo. Por eso desaparecer es tu opción.
Estás de malas. Tienes mala cara pero no te esfuerzas en disimularla. ¿Para qué? El mundo no te importa. No te importa tu familia. Ni ellos. Ni ella. En el fondo, ni tú. Sólo ves el tiempo pasar mientras caes. Si al menos pudieras arrastrar a alguien contigo…
Eres inerte. Ni siquiera sabes qué cambiarías. Tu vida es triste. Tú eres triste.
Conduces por la noche de vuelta a casa. Suena una música repelente. Fuera hay luces en las farolas, alguna gente en las calles. Pasas bastante rápido cerca de ellos. Te preguntas si será así al otro lado. Si también habrá velocidad. Si todo será tan frío. Si todo dará tan igual. Dentro el espejo te refleja. Tienes ojeras. Definitivamente no tienes buen aspecto. Eres otro. Sí, algo parecido debe haber al otro lado.
Te acuestas por la noche, sin nada en qué pensar. Sin ni siquiera plantearte si mañana será igual. ¿A quién le importa? Ha sido un día de mierda. No hay conclusiones.

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