29 nov 2011

Oscuridad (1/2)

Que sí, que sí, lo que tú digas. La vida son dos días. Hay que vivir el momento. Carpe diem y todo eso. Pues ¿sabes qué te digo? Que a mí me sobra día y medio. O los dos. De buena gana moriría si no fuera por mi conciencia. Seguro la conservaría mientras me comen los gusanos, para recordarme que alguien sufriría por mí. Para atormentarme y hacerme sentir culpable eternamente.
¿Cómo? ¿Qué en la vida hay cosas maravillosas? Si no lo dudo… y posiblemente muerto no existan. Pero si supiera que de fiambre permaneceré inconsciente, como cuando dormimos y al día siguiente olvidamos nuestros sueños y la noche pareció haber durado un instante, entonces la muerte sería una buena opción. Cosas maravillosas… mira, el tiempo pasa, ya no soy tan joven. Soy ya un poco viejo, un poco decrépito. Cada día un poco más inválido. Inválido no para la sociedad, ¡que le den a la sociedad! Inválido para mí mismo, para hacerme con esas cosas maravillosas que se supone hay al alcance de todos. Que ya lo sé… que me como mucho la cabeza con estas cosas, que no debería darle más vueltas, que mejor me iría dejándome llevar. Estoy harto de consejitos de este tipo. Si me como la cabeza, ¡respetad mi canibalismo! ¿Qué sucede? ¿Que pasando de todo se te cumplen los deseos y la gloria cae en tus manos? Pues si es así, enhorabuena a los ganadores. Yo he perdido. Disfrutad de aquello por lo que no habéis luchado y por lo que yo he muerto, que sin duda os lo merecéis más. Porque yo le doy vueltas, vosotros no; todo para vosotros. Disfrutad de la luz que yo permaneceré oculto y sin molestar en la más completa oscuridad.
Vale, hay cosas buenas. Tienes razón en eso, definitivamente. Porque yo las he deseado, y poseerlas me hubiera hecho feliz. Y se supone que algo que te hace feliz es bueno. Pero ¿sabes? Miles de veces inicié un camino, un camino ideado por mí mismo. ¿Que qué camino? Pues ese que hay que seguir para llegar a la meta. Esos pequeños pasos con los que te trabajas las cosas. Porque se supone que nada llega de golpe y hay que trabajarse lo que uno quiere. Todas las noches soñaba con llegar allí. Poco a poco, intentando no dar pasos en falso. Avanzaba, lo justo para que los deseos de llegar a la meta creciesen más y más. Pero entonces aparecían las piedras. Y esas piedras crecían hasta transformarse en muros. Muros infranqueables, imposibles de saltar y de rodear. Si a duras penas lograba ver algo por encima, era la meta que se alejaba hasta desaparecer en el horizonte. Lo más irónico es que sentía que yo mismo colocaba las piedras y construía el muro. Yo mismo imposibilitaba el seguir avanzando. Idiota. Ahora sólo podía retroceder o echarme a un lado del camino, y allí sólo había tristeza, oscuridad y muerte. Una nueva frustración de una larga lista.
Tiene gracia que me digas que el tiempo pone a cada uno en su sitio. Que a la larga todos tenemos lo que nos merecemos. Si eso es cierto, ¿cuál es mi sitio entonces? De momento el fango y la maleza. Para compensar esto, Dios, o quien coño sea que decide el sitio de cada uno, tendrá que construir un paraíso aparte para mí. Pero existe otra respuesta: que realmente no merezca más que mi fango y mi maleza. Será que soy inútil con ganas, una mala persona (nunca me creí bueno, que quede claro), y por tanto mi sitio sea este: permanecer invisible al mundo y sin recompensa alguna por mi forma de ser; sin nada que me acerque a una felicidad razonable. Piensas que quizá pido mucho. Si tú supieras… no pido tanto. Vale, tengo comida, techo y ropa, soy muy afortunado. Pero seamos serios. ¿A quién de nosotros le es suficiente eso? La felicidad viene por los extras, por el agravio comparativo, por la superioridad sobre el prójimo. Y si te quedas por debajo, malo, porque el que esté libre de envidia que tire la primera piedra. Porque por envidia, ¿acaso tú nunca quisiste matar a nadie? ¿Seguro? ¿Aunque fuese sólo por un instante, pudiendo luego volver atrás y evitar el pecado? No me creo que no. Yo, muchas veces. No pido ser como los demás. No soy defectuoso del todo, no soy un despojo que no merece ni ser, pero sí quisiera saber qué se siente en el éxito. Porque otros llegan a la meta y yo no. Y yo quisiera llegar. Y como no llego el consuelo es entonces el mal ajeno, las ganas de matar. Dejar rienda suelta al instinto animal. Ya habrá tiempo para arrepentirse. De momento, muerte al prójimo.
[...]

No hay comentarios:

Publicar un comentario